Si bien el autor de este disco abandonó hace tiempo su Wyoming natal rumbo a Gales, lo cierto es que su alma musical sigue fuertemente anclada a la manera que tienen de entender el ritmo en el sur de su país de origen. Creador multidisciplinar, también novelista y artista gráfico, esta grabación hace la undécima en su trayectoria iniciada en 1992, y es otra prueba del buen gusto y elegancia de Nichols, que podría valer como apañado repuesto para los que no comulgan con las nuevas tendencias electrónicas de Lambchop, ahora que regresa a las sonoridades cercanas al funk, tras su narcotizante paseo por los ritmos jamaicanos que se dio en el anterior «Long Time Traveler», quizás en recuerdo de su vieja amiga Ari Up. Mezcla de entonación meridionalmente nasal y gusto levemente pantanoso, que Jeb Loy puede encarnar la actualización de las propuestas del gran Tony Joe White es palpable en «Katie Blue», manufacturando canciones sinuosas donde un fantasmal y gomoso funk marca el territorio sonoro: bien en suaves tonadas recordando a la amada desde mecedora del porche, caso de «Maisy Hay», o en saltos al centro de la pista de baile, de la que la imparable «Don’t Drop Me» es adecuada muestra.
MANUEL BORRERO