El escritor de Filadelfia es uno de los autores de novela negra más vendidos y leídos del mundo y, por tanto, un fabricante de best sellers. Término que, muchas veces, es utilizado como adjetivo con una clara intención de menosprecio. No en este caso en mi opinión. Antes de que el éxito comercial le hiciera dedicarse a tiempo completo a la literatura Connelly trabajó como periodista de asuntos criminales en el Los Angeles Times y eso le proporcionó suficiente experiencia y sobrado conocimiento de causa sobre los códigos de conducta de la policía y los criminales así como sobre el desarrollo de una investigación policial.
Admirador de iconos del género policiaco del calibre de Raymond Chandler es el personaje del detective Harry Bosch el que ha protagonizado la mayoría de sus novelas. Hasta diecinueve en total si contamos la última pendiente de traducción al castellano. Bosch es un detective concluyentemente chapado a la vieja usanza. Con permanentes dudas, problemas con las mujeres y con un impulso irresistible por el castigo al criminal.
En esta ocasión se añade una vuelta de tuerca más cuando nuestro protagonista, retirado de forma poco elegante y con un juicio pendiente contra el departamento de policía de L.A., cruza la línea (de ahí el título) y se pone al servicio de su hermanastro, el abogado Mickey Haller, para defender a un antiguo pandillero acusado de asesinato. Lo que le causa el rechazo de sus ex compañeros e incluso problemas con su hija. Argumento que engancha, como es habitual en su pluma, desde la primera página y que adereza con numerosos giros y sorpresas que mantienen en vilo al lector. Como única pega algo que está empezando a ser muy habitual en el género en los últimos tiempos. La resolución apresurada y como a trompicones de la trama. Si has hecho la presentación y el nudo con mimo y cuidado no se puede finiquitar todo como si nos quedáramos sin páginas. Por lo demás plenamente recomendable.
Manel Celeiro