Recordemos que estamos en la era Trump. Este no es el primero ni será el último disco que nos lo recuerde. Curiosamente, Algiers no lanzó su primer álbum con ese tipo en el poder, con lo que podemos aventurar que todo aquello a lo que cantan —la opresión, la violencia policial, el racismo, las estructuras de poder hegemónicas— no ha cambiado, sino que ha ido a peor. Franklin James Fisher, la mente detrás del grupo, es un afroamericano que trabaja en el guardarropa de un club de Manhattan —mientras su grupo no puede vivir aún de la música— y que ve cada noche cómo los blancos se divierten reproduciendo esquemas repetidos durante siglos. Por suerte, consigue evadirse componiendo, aunque lo que le sale es disonante y rabioso («Walk like a Panther»), como una pesadilla («A Murmur. A Sign.»), industrial («Cleveland»), el sonido del corredor de la muerte («Death March») o directamente punk («Animals»). Incluso cuando nos da un respiro («Mme Rieux», «Plague Years»), suena como la antesala de algo terrorífico. Siendo ahora más banda en su segundo disco tras la incorporación del baterista Matt Tong, se agradecen en su repertorio aquellos cortes en los que el gospel parece engañosamente rebajar la tensión («Cry of the Martyrs», «The Cycle», «The Underside of Power»).
XAVIER VALIÑO