Un concierto de Will Oldham siempre es motivo de alegría. No es que se deje ver mucho por aquí últimamente. Así que nos dispusimos a sortear la huelga de metro a la que nos tiene acostumbrados todos los lunes la ciudad para poder deleitarnos con su actuación. Bonnie “Prince” Billy es un artista inclasificable e único y sus discos son verdaderas joyas musicales. Por eso, cuando una va a verlo en directo espera la excelencia máxima. Mala suerte. No fue eso lo que vimos en Razzmatazz. El concierto ya era de por si singular, constaba de tres partes. Primero tocaron dos temas los Bitchin Bajas, el grupo que lo acompaña en esta gira. Con ellos grabó su último disco Epic Jammers & Fortunate Little Ditties antes de la joya que supuso Best Troubador, su álbum dedicado a Merle Haggard. El grupo tocó esos dos temas, media hora en total, de progresión sonora aburrida que se hizo eterna. Tras ellos, un parón de quince minutos hasta que salió Oldham en solitario con su guitarra acústica, quizás la mejor parte de la noche. Set corto y parón de nuevo. El público cansado ya de las continuas esperas entre sets, empezaba a desertar sin tapujos. Reconozco que, para cuando la banda estaba ya junto a Oldham sobre el escenario, la paciencia se me había acabado. Entre eso y que no estaba demasiado fina, tomé las de Villadiego. Me estaba aburriendo sobremanera. Una lástima porque a Bonnie “Prince” Billy le hemos visto conciertos de soltar la lagrimilla de la emoción. Will, ¿qué te está pasando?
Texto: Anabel Vélez
Foto: Sergi Fornols