La música salvó la vida de Wayne. Así fue y así lo explica él mismo. Lo sacó del pozo de adicciones y problemas con la ley en que se encontraba metido. Su pasado como metal head y punk y su rabia existencial encontraron salida en el cálido abrazo de la música de raíces. Abanderado del espíritu forajido y del hazlo-tú-mismo versión campestre logró asomar la cabeza después de vivir en su furgoneta, vender sus canciones en CDs copiados en su propio ordenador y alcanzar una regeneración física y mental que le llevó a aumentar su base de seguidores en su país natal y a salir de sus fronteras para obtener eco en la vieja Europa. Es cierto que algo de la crudeza original y de esa ira primaria se han ido puliendo con el paso del tiempo y que, sobre todo en las últimas grabaciones, la producción es cada vez más limpia pero de lo que no cabe duda es que el gigantón de Seattle sabe lo que se hace. Que escribe canciones muy buenas, que se hace acompañar de maravilla —las segundas voces femeninas son de verdadero lujo— y que con Bad Hombre firma un disco de country de primera división. Preservando la pureza de un género demasiadas veces pervertido en aras de una supuesta puesta al día. Sonando tradicional y contemporáneo al mismo tiempo, de manera natural, como el que respira, sin ángulos ni sombras. Hell yeah!
MANEL CELEIRO