Por motivos varios y porque a veces la vida además de hermosa es complicada y enrevesada y curiosa, y las agendas se retuercen sin querer o por querer afinar al máximo, que es lo que realmente ocurrió en este caso, Pablo Und Destruktion presentó su nuevo jirón de piel en la Joy Eslava madrileño como parte del Sound Isidro, con el disco calentito. Tanto que el público estaba recibiendo las canciones casi desenvueltas por primera vez, lo cual, bien mirado, es un lujo.
Con una banda nueva, más rocosa y áspera que sabe de tensión y contundencia, formada por músicos que han superado hace mucho la fase de ser solventes (Kaplan al bajo, Pibli en los tambores, Bejarano con las cuerdas varias y el propio Pablo guitarra en ristre), una banda que no ha dejado los matices guardados bajo llave, sino que ha optado por otro tipo de sutilezas, surfearon los problemas de sonido iniciales y consiguieron momentos de éxtasis chamánico con el busero español, Limonov, las ganas de arder y los lugares más potentes de su último trabajo, Predación, que es un maravilla intensa y afilada como un bifaz de pedernal.
A los de la tierrina se nos puso la piel de gallina con los amagos de tonada (un género que Pablo maneja con soltura) o su visión de “A la mar fui por naranjas”, con la pureza ligera, la herejía y la intimidad compartida. Pablo asegura que este disco podría ser un final, un paso hacia el precipicio que habrá de convertir el proyecto Und Destruktion en algo diferente. Pero desde luego no trata el material sensible que maneja como si le quemara en las manos, más bien porta las canciones como si fuera ropa manchada de sangre, de su propia sangre, y así fue poco a poco fundiéndose con el público que Captains y Alberto Acinas habían puesto en órbita, un público que, no lo olviden, recibía su nuevo repertorio casi a puerta fría.
Consiguió encender la Eslava con pista llena y ser el frontman que deambula por entre el público con la misma seguridad sacerdotal que exhibe subido al escenario, siempre con el fuego caminando a su lado. Se hizo corto el ritual, cosas de encajar las diferentes ofertas del Sound Isidro. Un placer, por otro lado, visionar bolos con horarios reales. Tal vez faltara la chispa de “A veces la vida es hermosa” para llegar a la combustión perfecta, pero se echó la hora encima y hubo que dar por bueno lo excelente. La rigidez inicial maleada en manos de semejante cartel no puede durar, no duró, y la Joy, con sus precios populares, se rindió entre la sorpresa y la evidencia. Si finalmente el proyecto Und Destruktion acaba entre llamas al final del proceso de predación, será una hoguera inolvidable. Y lo que venga después también.
Texto: Jorge Alonso
Foto: Oscar Lafox