La figura de Otis Gibbs echa por tierra todas esas teorías que pretenden cercar la música de una manera reduccionista y frívola al ser capaz de desplegar un (no solo) discurso musical, construido en base a los sonidos de raíces, sólidamente tejido con uno histórico y político.
Así que aprovechando su cincuenta cumpleaños, y precisamente a modo de celebración de tal onomástica, ha realizado este disco que se presenta como un compendio de las características que dibujan su perfil artístico-personal. La grabación, efectuada en el propio salón de su casa, transmite ese inevitable espíritu doméstico y parco en cuanto a la vestimenta de sus composiciones, lo que no coarta la intensidad que, solo con guitarra y voz, llega a transmitir por ejemplo «Kathleen». Su faceta más recitativa se colará por el tono campestre de «Sputnik Monroe» mientras que bañará en nostalgia el folk-country de «800 Miles». La épica que logra a lomos del violín en la atmósfera western de «Bison» es solo una de esas diversas facetas con las que la voz desgarrada pero amable del estadounidense siempre logra transmitir. También en este trabajo, pese a no ser de sus más destacados.
Kepa Arbizu
