El hecho de que Nikki Lane haya tomado la decisión de interpretar las consignas del country clásico de una forma alineada a los tiempos actuales, lo que le sitúa en un plano menos purista, no debería de ser argumento suficiente como para minusvalorar su obra. Mucho menos si observamos cómo esa decisión ha tenido hasta ahora resultados de lo más convincentes. En ese sentido Highway Queen no incluye cambios sustanciales en cuanto a concepto. Arropadas por la producción de Jonathan Tyler, las nuevas canciones de la estadounidense contienen un afán auto reivindicativo de su papel, decidido a plasmar las cicatrices de los vaivenes emocionales. Afianzada sobre su personal voz, las raíces tradicionales se presentan masticables para casi cualquier público ya sea bajo el ardor del rock setentero («700,000 Rednecks»), el pop más contemporáneo de la canción homónima o uno más campestre, en consonancia con Dolly Parton («Companion»). Sin desmerecer esta iniciativa, eso no impide que sea en el emocional tramo final del disco, que incluye la épica de «Muddy Waters» o el baladón a lo Loretta Lynn de «Forever Lasts Forever», donde muestre su expresión más lograda.
KEPA ARBIZU