Discomático

Candy Bomber: Volumen 1 (Popstock!)

Amén del marcado carácter de sesión que destila el disco póstumo de Paul Lemp, el primer volumen de Candy Bomber sirve perfectamente para tomarle el pulso a esa escena teutona que décadas atrás se atrevió a romper corsés con inesperadas maniobras de funambulismo experimental. Copropietario del estudio del mismo nombre construido en uno de los edificios más emblemáticos del Berlín de entre guerras, compositor de teatro y reputado bajista profesional, Lemp llevaba demostrando desde hacía décadas una pasión por el ritmo que acabó empujándole hacia un sólido triunvirato compartido con el marmóreo batería Thomas Wydler (Die Haut, The Bad Seeds) y el ingeniero de sonido Ingo Krauss. Un canto de sirenas de envoltorio «free form» que sirvió a los tres músicos para atraer hasta su pecera a un plantel de colaboradores del nivel de Kid Congo Powers, Jochen Arbeit (Einstürzende Neubaute), Gemma Ray, Toby Dammit (Iggy Pop), André Vida o el pianista de jazz suizo Stefan Rusconi, entre otros. Y aunque Paul Lemp murió inesperadamente antes de que las sesiones estuvieran terminadas, sus compañeros decidieron tomar el relevo con la intención de serializar el proyecto. El resultado que encierra este primer volumen es una suerte de jazz experimental tocado de refilón por el kraut-rock marca de la casa o la no-wave menos hiriente. Un cóctel salvaje de ritmos y texturas que pese a sumergirse en las peligrosas aguas del post-rock (hay ecos a los Tortoise de Millions Now Living Will Never Die), no le cuesta moverse con libertad y elegancia entre géneros dispares.

Emilio R. Cascajosa

 

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