Debo reconocer que perdí la pista al combo berlinés tras la publicación del fenomenal The Hand. Ocho años después, aprovechando la conmemoración de su veinte aniversario, recibo su nuevo trabajo y compruebo que no han variado su discurso musical ni un ápice. Lo cual es bueno, muy bueno. Integridad ante todo. Probablemente no sea la banda más productiva del mundo, probablemente se lo tomen con demasiada calma, probablemente les dé igual mi opinión… lo que está claro es que siguen sonando a una exquisita mezcla del Beck primigenio —ese al que le gustaba indagar con las maquinitas y fusionar estilos— con otras formaciones en la onda de Pixies, Pavement o Luna, sin pasar por alto al mismísimo David Bowie. Es decir, una mezcla de pop («Save the Wicht», «8-Bit Love»), rock («Killing Machine») y psicodelia espacial («Under my Silverpine»). Continúan cantando en ingles salpicado con frases en castellano e intercalando la voz femenina de Gwendolin con la varonil de Marc. Y si en el anterior trabajo contaron con la colaboración del mismísimo J. Mascis ahora recurren al gran Ignacio Julià, reputado periodista musical y cofundador de esta casa, para reflexionar en voz alta sobre el suburbano berlinés.
RAFA GARCÍA-MORENO