El regreso al estudio de los de Essex cuatro años después no puede sino generar la expectación propia de una banda de su calibre, cerca de los 40 años de actividad. Con la profesionalidad y dignidad que los caracteriza, hace tiempo que vienen sorteando el descenso de su cúspide con repuntes puntuales, donde Spirit no es una excepción. En su primera colaboración con James Ford —integrante de Simian Mobile Disco y colaborador de Arctic Monkeys o Florence & The Machine—, se apoyan en esa imagen distópica y los colores apagados habituales de Anton Corbijn para expresar su desasosiego por la humanidad. Si en «Where’s the Revolution» claman por la insurrección, el elepé abre con «Going Backwards», título que no deja lugar a dudas sobre el mensaje, pero tampoco sobre su calidad; es un intenso viaje marcado por el charles, que reniega de sus palabras y te empuja hacia adelante, eso sí, para tropezar después con «The Worst Crime», una precipitada balada. Hay grandes momentos en la desgarradora «Scum», en el puente de «Cover Me» y en la bucólica «Poison Heart», además de anticipos asegurados del directo («So Much Love» arrancará a bailar como pocas). Pero también hay algo de relleno en un elepé que se antoja breve en su versión estándar —apenas 42 minutos—, aunque con memorable despedida de la mano de Martin Gore en «Fail». A resumidas cuentas, la espera ha llegado a su fin. Puede que no someta a Delta Machine a un punto y aparte, pero desde luego, Spirit tampoco es un punto y final; este trío y su ejército de bailarines son de los que suman, y siguen.
BORJA FIGUEROLA