Discomático

Norah Jones – Day Breaks (Universal)

Cuando suenan canciones como «Burn» y el acertado saxofón tenor por parte de Wayne Shorter, así como la aterciopelada voz de Norah Jones, o la belleza afectada de «Tragedy», se  intuye que la norteamericana ha decidido, aunque sea superficialmente, volver a rememorar los tiempos en que debutó con Come Away with Me (2002) en su último, Day Breaks. Conforme el álbum avanza y los cortes se suceden, la norteamericana demuestra su mejoría en dos aspectos: la voz —convincente, cálida y sicalíptica— y en su manejo al piano, con arreglos mucho más elaborados, como es el caso de «It’s a Wonderful Time For Love». En todos los trabajos de Norah Jones siempre hay revisiones de grandes clásicos de la música, y en su último lanzamiento no iba a ser menos: «Don’t Be Denied» de Neil Young, «Peace» de Silver o «Fleurette Africane» de Ellington son las elegidas para tal cometido. Fabulosos cortes en los que saxofones y trompetas tamizan las suaves notas de piano y el fraseo de la propia artista, la cual, con el acompañamiento de una sucesión de melodías resguardadas en el estupendo trabajo de John Patitucci al bajo a lo largo de todo el álbum —«Flipside» es un ejemplo de ello— enhebra una serie de canciones en las que el atildamiento y la candidez heredados de Ravi Shankar, su padre y Anoushka, su hermana, coronan de guirnaldas un trabajo mucho más orgánico que sus predecesores.

ALEX ZAMBUDIO

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