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The Divine Comedy – Teatro Alameda, Nocturama (Sevilla)

El mayor logro de Neil Hannon a su paso por el ciclo Nocturama quizás haya sido conseguir agotar todas las localidades a pesar del día (un domingo) y a la contraprogramación de un festival gratuito de bandas incipientes emplazado cerca de la zona Alameda. Esto podría servir de termómetro al valorar la intensidad del reencuentro entre el músico y el público andaluz.

Tras su estreno con banda en 1999 (también en un teatro, el Central) y ya casi olvidada su atropellada actuación a solas en Territorios Sevilla 2011, el irlandés no había vuelto a coincidir con la «mariana villa» desde hacía un lustro. ¿Se echaba en falta la ampulosa teatralidad del último renegado del brit-pop? Podría ser. Aunque dudo que la gran masa crítica que asistió al Teatro Alameda el pasado 5 de febrero hubiera acudido igualmente sin mediar la magnífica labor de seducción masiva de la promotora local; simplemente arrastrada por la demostrada calidad de un compositor que aunque ya camina por la senda del deslucimiento artístico (reconozcámoslo, Foreverland no es esa pretendida vuelta al redil que nos han vendido), sí que cuenta con un cancionero lo suficientemente sólido como para que nos acerquemos en plan tropa a una nueva cita en vivo con The Divine Comedy.

Siguiendo con la terminología castrense, la banda arrancó a golpe de platillo, gastando casacas y con Hannon absolutamente embebido por su «complejo Bonaparte», bicornio mediante, apuntando hacia una fallida tormenta iniciática en forma de versión flaca y vacilante de aquel Sweden incluido en el clásico Fin de Siecle. Y no es que la elección fuera inoportuna: abrir casi dos horas de actuación invocando al espíritu de Bertolt Brecht se antoja una maniobra contundente. Pero de algún modo, fue precisamente ese comienzo a medio fuelle el que acabó marcando el tono del resto de la actuación: perezosa, plagada de guiños brillantes aunque carente de la intensidad que se le presupone a un crooner cuando se deja arropar por una big band.

Desde luego no negaré la capacidad vocal y escénica de este pequeño esteta pop, la demostrada solvencia de sus músicos (en esta ocasión le acompañaban Tosh Flood a la guitarra, Simon Little al bajo, Tim Weller a la batería más Andrew Skeet y Ian Watson a los teclados y acordeón) ni el empaque que siguen manteniendo cortes como The Frog Princess o The Certainty of Chance. Pero resulta que al final parece que la fórmula funciona mucho mejor en las distancias cortas (por ejemplo, en la acústica intimidad con la que defendió Funny peculiar, acompañado por la telonera Lisa O’Neil) que cuando termina claudicando a los artificios de sus canciones más coreables y bailables: National Express, Becoming More Like Alfie o Generation Sex son hits a los que si no les echas un poco de cojones, terminan perdiendo el empaque propio de una meditada e inflada producción discográfica. Por supuesto, las canciones siempre están ahí, magnéticas y elegantes, pero con más horchata que sangre corriéndoles por las venas.

Tras un puntual problema de afinación y alguna que otra perla irónica fruto de esa socarronería de la que hace gala el señor Hannon («Yo fui joven», comunicó al público al arrancar bises, seguramente consciente de que el martillo ya va necesitando un repaso en la fragua), la noche se saldó con una ovación que a un servidor de le antojó tan inexplicable como entrañable. No en vano, solté la lágrima de rigor cuando cerró con Tonight We Fly, probablemente porque ya andaba predispuesto a tirar de nóminas pasadas.

No fue un mal show. Al menos yo lo disfruté, probablemente porque ya reconozco los vicios de un proyecto capaz de sostenerse sobre un puñado de discos magníficos. Pero desde luego que no por haber replicado con fortuna el legado de Bacharach y Scott Walker, uno consigue evitar la mácula de quedarse anclado en el medio gas de títulos como At The Indie Disco, a la postre una de las canciones que mejor encajan en esta propuesta con la que Hannon intenta airear hoy día sus filias y fobias creativas.

 

Texto: Emilio R. Cascajosa      

Fotos: Oscaromi  

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