Volvían los franceses a la península en una serie de fechas para volver a demostrar que el legado de bandas como Bram Stoker, Sir Lord Baltimore o Budgie, sin olvidarnos de los grandes nombres -de Zeppelin a Purple-, siguen vigentes para unas nuevas generaciones vacunadas contra el horrendo virus del hype.
Son los de Clermont-Ferrand un combo que se nota conjuntado, cada uno muy puesto en lo suyo (con especial mención al teclista y al guitarra, cracks ambos) y con una puesta en escena dinámica y sin pretensiones, cercana y atractiva. Voz a lo Morrison (Jim, que no Van) modulando melodías sesenteras, riffs a discreción, una más que solvente base rítmica y unos teclados mucho más audibles de lo que suele ser habitual en grupos del palo.
Si a todo ello le añadimos una simpatía de lo más espontáneo, te queda un concierto de martes por la noche absolutamente niquelado.
Y si le sumamos además el theremin que tenía montado el cantante, que ahora funcionaba y ahora no, y que acabó arrancando a dentelladas entre las risas del respetable, pues más de lo mismo: heavy blues añejo, actualizado lo justo para no sonar a revival recalentado, en una hora y cuarto larga que se hizo corta. Y cuando un concierto se te hace corto, siempre es buena señal.
A la próxima, no falten.
Eloy Pérez