Vista la foto de la portada y el historial de adicciones, vagabundeo y lucha contra la depresión de Mark uno espera encontrarse dentro con algo más inclasificable, marciano y freak al que cueste hincarle el diente sin una debida preparación previa. Pero no es el caso. El álbum debut del cantante y guitarrista de Chattanooga va relleno de blues rock de manual pero con el punto de aspereza necesario para que los cazatalentos del sello californiano se decidan a acogerlo bajo su protección. El trío le da al boogie, se detiene en blues rural y acústico y adapta la tradicional «Stagger Lee» muy al estilo de Nick Cave. Buen primer paso.
De otro palo completamente diferente va el cuarteto capitaneado por Heath Green. Son de Alabama y se palpa desde la primera nota del disco. Dice haber crecido bajo una estricta dieta a base de Stones, Faces o Humble Pie pero también de la música negra que impregnaba las voces de Joe Cocker o Leon Rusell y la energía volcánica de Ike & Tina Turner. Soul sureño y rock & roll dándose la mano con un sonido orgánico y crudo, casi garajero.
Con la rasposa garganta de Green liderando a unos músicos madurados en decenas de bandas de bar que aportan intensidad y mucha grasa. Van al cuello desde el primer minuto, el arranque con «Out to the City» echa chispas, pero que también saben templar y repartir juego cuando levantan el pié del gas, pulso góspel para «Ain’t got God», sentimiento pantanoso en «Ain’t it a Shame», facturando un trabajo adictivo y compacto del que es muy difícil destacar una por encima de otra alguna de las diez canciones que lo forman. Otra muesca de triunfo dentro del completísimo catálogo de Alive.
Manel Celeiro