Encuentros

Roger Wolfe: Johnny Cash inspirador

            «Lynch it»

El rock and roll siempre se ha constituido como un ingrediente necesario -ya sea en actitud o background referencial- en la escritura de Roger Wolfe. De hecho incluso son varios los proyectos en los que se ha involucrado para entrelazar ambas disciplinas, el más notorio quizás la colaboración con Diego Vasallo en el disco La máquina del mundo. Su nuevo poemario, aunque su voz narrativa no realice distingos notorios entre géneros, Pasos en el corredor, todavía hace más patente esa presencia musical: desde el papel vertebrador de las American Recordings de Johnny Cash a las adaptaciones de diferentes canciones. Cargado pues de ese traje negro del intérprete country, su habitual realismo sucio suena profundo, como casi siempre iracundo en ocasiones, pero sobre todo reflexivo respecto al paso del tiempo. Acordes, anhelos, miserias y versos, se conjugan en nuestra charla con el propio autor…

 

El título de tu nuevo libro, Pasos en el corredor, sumado a las recurrentes referencias al paso del tiempo —y por extensión a la propia muerte— que predominan en él, parece situarnos ante una mirada claramente nostálgica.

No diría que nostálgica. La poesía siempre habla del paso del tiempo, y —directa o indirectamente— de la muerte…, puesto que habla de la vida. No hay nostalgia en el libro; hay un volver la mirada hacia atrás, pero también se detiene en el momento, esa mirada, y se orienta hacia delante.

Y la elección de esa portada blanca inmaculada, ¿tiene el sentido de representar ese fogonazo final (la famosa luz del túnel), tiene que ver con aquello de que «en mi principio está mi final», o se trata de otras interpretaciones?

No. No tiene ningún simbolismo especial. En todo caso querría transmitir una sensación de limpieza, y hasta de pureza. Y de sencillez. Lo curioso es que la cubierta iba a ser naranja. Pero Antonio Cruz (de RavensWood Books) me mandó una prueba que por error había salido en color blanco…, y cuando la vi me dije que iba a tener que ser esa cubierta. Todo error, decía Joyce, es un inconsciente acto volitivo; uno se equivoca para acertar. ¡Menudo acierto, el de Antonio! Al libro entre nosotros lo llamamos, desde entonces, el White Album.

Quiero aprovechar por cierto la ocasión para mencionar que la obra está maravillosamente ilustrada por la artista murciana María Simó. María me hizo ex profeso unos dibujos deliciosos, que desde antes incluso de diseñar la cubierta y el formato de los contenidos ya quise que formaran parte del volumen. Su trabajo, de una sutil cualidad etérea que me recuerda muchas veces el arte japonés, y la perfección de la más absoluta sencillez, me resulta enormemente inspirador. El poemario no sería el mismo sin esas ilustraciones; es evidente. Son un complemento impagable. El trabajo artístico de María Simó es lo que acaba de darle al libro ese aire de «guapo subido» que para mí tiene el volumen. Es algo encantador.

                                    Glow

En la conformación de ese tono del libro, ¿qué papel juegan las American Recordings, de Johnny Cash? Parecen tener una significación especial…

En la época en que escribí muchas de las piezas del libro, estaba escuchando reiteradamente esas magníficas producciones de Rick Rubin. Esa serie de discos es una verdadera maravilla. Sus temas se entreveran con los de mi propia vida en ese momento. Es un Cash estremecedor…, que mejora, por supuesto, los originales de muchas de las versiones que acomete. Y las canciones que son suyas propias tampoco tienen desperdicio; “The Man Comes Around”, que es el tema que inspira el título de mi poemario, pone los pelos de punta. En el libreto del cedé en cuestión, el propio Cash explica cómo surgió esa canción: fue un sueño, ¡en el que se topaba nada menos que con la Reina de Inglaterra! La letra es de algún modo una alegoría, atroz pero terriblemente inspiradora, de la eternidad.

Un aspecto importante en esta obra es mostrar la dicotomía humana, en la que aunque dominada por la barbarie hay siempre espacios para la luz, como expresas en frases tan rotundas como «El infierno está en el mundo, no cabe duda de eso; pero también sin duda el paraíso».

Sí, el infierno, como el paraíso, está en el mundo, y en nosotros mismos. De nosotros depende en gran medida crear esos espacios de luz. Aunque nunca los creas; la luz está en ti. Yo creo en el concepto de la gracia. Un ser inteligente es eso: un ser en estado de gracia. La gracia viene dada.

Recurres en varias ocasiones a adaptaciones-traducciones de poemas y canciones (Cohen, Springsteen). A la hora de dicha elección, ¿influye únicamente tu gusto personal o también su adecuación al contexto global del libro?

El gusto personal. Yo no suelo hacer planes de adecuación. Lo que ocurre es que esas piezas van ocupando su lugar, orgánicamente, y acaban teniendo su propia coherencia. Todo lo que es orgánico es coherente. Lo inorgánico, por el contrario —y esto es aplicable cada vez más al mundo en que vivimos— desemboca en el caos, en la entropía deshumanizada.

Y en tu manera de escribir, ¿dirías que hay —y de ser así en qué aspectos— alguna influencia directa del rock and roll, dada su presencia, sobre todo en este nuevo libro?

Por supuesto. El rock and roll ha influido en toda mi vida.

Tu relación con la música te ha llevado incluso a participar en variados proyectos; en ese sentido, ¿qué consideración tienes respecto a una canción, la ves como un poema musicado o entiendes que tiene una entidad propia y diferenciada?

Sí, llegué incluso a interpretar canciones propias, escritas en colaboración con otros autores, como Diego Vasallo, o más recientemente, Miguel Marcos Fernández. En 2013 me subí a un escenario, en el Perro Club, de Madrid; Miguel y yo dimos un microconcierto que salió tan bien que no nos lo podíamos creer ni nosotros mismos. En You Tube hay tres breves vídeos de ese «bolo»: Roger Wolfe y los Santos Bizarros. Los filmó mi amigo Roberto Soler, con una cámara digital de sacar fotos… Son unos vídeos muy crudos, pero dignos de las actuaciones primitivas de la Velvet. ¡Puro Warhol! O casi… Me quedé con muchas ganas de repetir experiencias   parecidas.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, yo siempre he pensado que una canción es una canción, y un poema es un poema. Son cosas distintas, que no deben confundirse. Lo cual no quiere decir que no se pueda musicar magníficamente un poema; se ha hecho en numerosas ocasiones. Pero una canción —y sobre todo de rock and roll— es una canción; tiene, o debe tener, otra sencillez, otra forma de llegar, otro impacto, otra pegada. Las letras de una canción admiten ripios…; admiten holgadamente la más perfecta imperfección. Y no olvidemos que el tercer elemento de cualquier canción es la voz de quien la canta.

En tus poemas haces mención a vivencias-experiencias personales; tanto es así que en «Dones» haces una aclaración para explicar un error de memoria. En este contexto realista, ¿qué opinión te merece esa máxima, aplicada al arte, de «mentir para decir la verdad»?

Lo curioso es que la nota al pie que figura en ese poema se integra poéticamente en la pieza, y forma parte de ella. Es como una extensión del propio poema; un «envío» en forma de prosa también poética; escrito, además, en la misma vena. Es un remate perfecto, que hace referencia a los «misteriosos» procesos de la memoria, y refleja las deliciosas paradojas junguianas del acto creativo. «Dones» es uno de mis poemas favoritos del libro. La incorporación de una nota a pie de página no fue intencionada, pero abre todo un abanico de nuevas posibilidades: un libro entero de poemas con prolongaciones en forma de notas, no críticas ni exegéticas, sino dispuestas más bien a modo de glosas que en sí mismas expandan y amplíen el eco poético de los textos en verso. Podría ser fascinante.

Esa frase de que el arte consiste en mentir para decir la verdad nos remite a las famosas palabras de Pessoa, en su poema «El poeta es un fingidor» (que «miente tan completamente» y etc. etc.). Lo cierto es que en el caso de un verdadero creador se podría decir que lo que plasma ese creador en su arte es absolutamente falso y absolutamente verdadero a la vez. No hay acto creativo que sea en su esencia falso; sería como tener «falsamente» un hijo. Al mismo tiempo, hay unos protocolos técnicos que todo artista que se precie ha de conocer y observar… La analogía perfecta es la del trabajo interpretativo; la del trabajo de un actor: todos sabemos que lo que vemos en el escenario o la pantalla no está ocurriendo «de verdad»; pero todo lo que se nos cuenta, si se nos cuenta bien, nos lo creemos, porque hace surgir verdades en nuestro interior. Así como el actor se convierte en su propio personaje, el artista se convierte en su propia obra.

Otro de los aspectos relevantes en tus obras es la manifestación, y visibilización, de ese lado terrible que se esconde en la cotidianidad, en todo aquello que se da por «normal». Con «Ellos» te reafirmas de forma categórica en esa disfuncionalidad del día a día…

«Ellos» es en realidad un fragmento de «ensayo-ficción», convertido a posteriori en poema en prosa. Ahí hablo de la verdad y de la mentira, y de cómo en este mundo todo es mistificación (es decir: tergiversación, involuntaria o premeditada). La verdad no se busca; la verdad ES. Yo a lo largo de la vida me he ido dando cuenta de que todo lo que nos cuentan, todo lo que constituye el sinfín de «verdades oficiales» con que nos venden la proverbial moto (recurriendo en muchas ocasiones al «rigor científico», que suele sin embargo brillar por su ausencia), es una absoluta patraña: desde los supuestos efectos nocivos del tabaco hasta la milonga globalista del ecumenismo solidario… Todo es un cuento chino. Las cosas han llegado a tal extremo que hoy se puede poner en práctica un pequeño ejercicio, normalmente infalible: si te lo dicen los medios de comunicación, si te lo dice la «comunidad científica», si te lo dicen las fuerzas vivas del nuevo orden mundial, dale automáticamente la vuelta —un exacto giro de 180 grados—, y es posible que te acerques un poquito a la verdad.

Aunque nacido en Inglaterra, has desarrollado prácticamente toda tu vida en España. En tu escritura, y por lo tanto en la forma de expresarte artísticamente, ¿influye ese origen, se impone tu residencia o se trata de una mezcla de ambas cosas?

Sí, claro. Uno está en sus genes; y los míos son anglosajones. No hay manera de escapar del gen. Lo que ocurre es que me crié en España, este catastrófico país que adoro y en el que espero morir, y no puedo vivir sin el café con leche a la madrileña y los pinchos de tortilla de patatas. Soy por tanto, en muchos sentidos, un híbrido singular. De ahí lo insólito de mi visión de mundo y mi escritura. T. S. Eliot dijo una vez que si no hubiera nacido norteamericano, y si no hubiera vivido luego en Inglaterra, no habría hecho la obra que hizo. Eliot es impensable como americano puro, o como inglés puro. Fue la hibridación —hibridación inteligente, habría que añadir— la que produjo el milagro del que surgieron La tierra baldía y los Cuatro cuartetos.

Practicas muy diversos géneros, pero en todos ellos hay una voz personal que se impone por encima de las diferentes etiquetas formales, algo que defines como «escritura total»…

Los géneros son diversos, pero el arte es uno. De hecho a mí me gusta mucho usar la palabra «artista» para definir a todo aquel que trabaje en un terreno creativo, al margen de cuál sea ese campo exactamente. Así se hacía antiguamente… (pienso en el famoso título de Joyce, sin ir más lejos: Retrato del artista adolescente). Hoy la palabra parece que es menos abarcadora, sin embargo; y es una cosa curiosa, que quizá tenga que ver con la nefasta hiperespecialización que en todas las esferas se ha producido en los tiempos actuales. Dentro de la literatura misma, siempre me hizo gracia que los narradores, o muchos narradores, declararan no saber nada de poesía, y viceversa: los poetas hablaban de la narrativa, y de la novela, como si de otro mundo se tratara. Eso sigue ocurriendo, cuando el arte brota todo él de la misma fuente. Otra cosa son las habilidades técnicas, por supuesto; pero eso es oficio, y el oficio se puede aprender.

Para mí todo es uno: música, pintura, escultura, cine o escritura. Hasta la filosofía, sobre todo en su vertiente ética, forma parte del arte. La vida misma, si lo piensas, es arte; y hay personas cuya mejor obra son ellas mismas. La moda es arte; la ropa, e incluso la manera de sujetar un vaso o pelar una manzana. Yo aspiro a abrazarlo nietzscheanamente todo. Mi «estar en el mundo» es arte; cuando voy a trabajar —y lo hago ejerciendo de intérprete de conferencia— hago arte.

Creo que alguna vez has tenido algún problema con la difusión ilegal de tus poemas en internet. Ahora este libro, sin embargo, lo has compartido de manera libre en Tumblr. ¿Era una forma de adelantarte a esa posible situación, o una nueva manera de interactuar con tu lector?

Una nueva manera de interactuar con el lector. Aunque también, de paso, fija los poemas en su versión digital, y establece un patrón de referencia. Lo peor de que te pirateen no es el hecho mismo de que te pirateen, sino el hecho de que —¡encima!— lo hagan mal, desvirtuando tu obra. Yo no puedo comprenderlo. Si la piratería intelectual es un supuesto acto de amor, de admiración… ¿cómo es que el pirata no se molesta siquiera en hacer las cosas como manda Dios? Es una doble falta de respeto… Personalmente considero que en Tumblr mis poemas quedan soberbiamente reproducidos; al fin y al cabo, la plantilla y el formato los escojo yo, e intenté crear para esos textos un escaparate óptimo, dentro de las posibilidades que ofrecen estas plataformas gratuitas, como Tumblr, que por cierto es mi red social favorita, y en mi opinión la mejor de todas. Ahí quedan las cosas…, para el que desee leerlas. Es también una cuestión de «legado»; si en algún momento me pasa algo, la obra queda más o menos fijada, de una manera autorizada. Mi intención es digitalizar poco a poco toda mi obra, pero eso no lo haré en Tumblr, sino en forma de ediciones virtuales de factura decente y seria, que colgaré para su venta en internet, a precios muy asequibles. Estará en español, y también en inglés; yo mismo me iré ocupando de traducirla. Es una de las grandes empresas que tengo por delante.

 

Texto: Kepa Arbizu

Fotos: Roger Wolfe

 

Un comentario

  1. ¡Fantástica entrevista!

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