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Nick Lowe & Los Straitjackets – Nocturama (Sevilla)


Entiendo que hubo que tirar de Andrés Herrera `Pájaro´, para abrir semejante cita sevillana, al caerse los anunciados Hot Clover Club como teloneros, por cercanía sentimental, pero evidentemente también, qué duda cabe que por asimilación estilística con el clasiquísimo plato estrella que culminaría la noche. A buen seguro contento y dispuestísimo a tal empresa de fusión generacional de dos viejos zorros (años arriba-abajo, más o menos), Pájaro se aprestó a la traviata sevillana en formato de trío – Las Criaturas es el sobrenombre -, dos guitarras y contrabajo. Lo que hace es lo que sabe: un ejercicio de purismo enrraizado con la tradición musical de la Baja Andalucía, y un alarde ya demasiado obvio de bacileta chanson macarena e instrumentales de tono western, donde, a falta de sorpresa se emplea con indudable virtuosismo. Para ello recurre si hace falta al Dick Dale post Tarantino o al mismísimo `Amor brujo´de Manuel de Falla.

Hace algunas semanas, comentaba al respecto de los Posies de Seattle, como con ellos tiene uno la sensación de estar perpetuamente asistiendo a una reivindicación de sonidos genuinamente británicos pero al otro lado del charco. La sensación vivida anoche fue justamente la contraria.

Con este lord de Surrey -que para colmo se alía con cuatro tipos a los que les sobran más de cuatro décadas de la historia del pop-rock-, asistimos a un repaso de hora y pico, sosegado y elegante, por las músicas matriciales que lo han sido a un lado y a otro de la Ruta 66, sin tener la sensación de haber entrado en ningún extraño bucle retrospectivo, porque en realidad se guarda un punto medio entre la distancia y el encuentro que respeta lo que está por encima de todo: las canciones. Si es verdad que se puede trazar una biografía real a través de las canciones, lo cierto es que en este caso nos alegramos de que lo vivido sea tan sincero y auténtico como lo cantado.


La primera de las fechas de Nick Lowe en España, demostró muy pronto ser un recital para todos los públicos (ya me va doliendo no poder haberlo compartido, con mi mujer por incompatibilidades varias, o con los peques por la ridícula prohibición de marras). Su particular coast to coast, funcionó, ya sea remitiéndonos a la tierra de las oportunidades con villancicos encubiertos como `A dollar short of happy´, u otras tonadas de expreso corte navideño y coros duduá: `Christmas at the airport´.

Su contrastada habilidad para el romántico soul de sábanas blancas en `You inspire me´, precede casi al soul blanco acuñado por The Uniques en 1965, sin dejar, por supuesto, de rememorar y revisitar la herencia del casi-suegro Cash. Atrás quedaron los tiempos en los que se exhibía hecho todo un clon del mismísimo Gram Parsons con perlas tal que `Without love´. Además, la experiencia de Los Straitjackets como banda de acompañamiento funciona a las mil maravillas, fundiéndose en la memoria el zydeco de `Half a boy and half a man´ con el guiño seductor a los mismísimos Indios Tabajara.

Es incuestionable el aliciente de ver por estos lares a una genuina formación dedicada en exclusiva al formato de instrumentales de los sesenta, música surf y adyacentes. Y de entre todos, desde luego que los cuatro `mascarados´son los que mejor pueden afrontar el set central del concierto. Aferrados a sus guitarras Dipinto de purpurina, Los Straitjackets me gustan especialmente cuando exploran territorios más expansivos, aperturistas y complejos como en `Aerostar´ (melódicamente perfecta). No puede faltar el toque raunchy, con esa soberbia recreación del universo Link Wray que es `Itchy Chicken´. Y luego está ese perpetuo amagar con el inicio del `Walk don´t run´, y de repente, o, ¡¡¡albricias!!!, el tema central de ¡`Titanic´! interpretado con una pasmosidad asombrosa. Eso sí que es atreverse, y no lo del principio del todo.
Con Lowe de nuevo en el escenario, nos percatamos de que piezas como `Cruel to be kind´ y otros artefactos de nuevaola, parecen meros insertos atípicos, caricaturas indefinidas en un mar de referencias de clara estética `American graffitti´. Aunque algo distinto ocurre con `What´s so funny about peace, love and understanding´, que el intérprete ralentiza estirando cada sílaba y estrofa hasta más no poder. Con el recuerdo a Dave Edmunds hace las delicias de la parroquia netamente rockabilly, y es entonces cuando la cita en el Teatro Alameda alcanza su particular momento culmen, con títulos como `I knew the bride (When she used to rock´n´roll)´ o `The North Pole express´. Ha llegado el final, y de repente, y como haciéndose el encontradizo, casi de refilón, vuelve a tomar la guitarra para reivindicar ese nombre que me ha rondado la cabeza durante toda la noche: Elvis Costello y `Allison´.

Se van, y nosotros también, a lo lejos, los vemos marchar, mientras la escena se funde al negro, y seguimos escuchando esas tonadas cuyo eco se pierde, resonando entre las paredes de ese salón, o quizás del pabellón del colegio universitario, entre instantáneas del baile de graduación.

Texto y fotos: ENRIQUE MUÑOZ GARCÍA.

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