Como si la cruz que pende de su cuello le pesara, Armand Valeta se arquea sobre el pie de micrófono mientras hace la “V” con sus manos. Quizás se deba a la costumbre de llevar una guitarra en los shows regulares de ’77, pero en este caso, Armand interpreta a un Ozzy Osbourne joven, y cuando agacha su cabeza para un frenético headbanging, por segundos estamos delante de Ozzy. La pared de sonido que atruena detrás suyo es, nota a nota, Black Sabbath. Por un momento, estamos a finales de 1970, y la vibración, el sabor, el sonido y la ominosa atmósfera seguramente son como podría haber sido un show de Black Sabbath entonces.
Con primor y suficiencia, ’77 desgranan Paranoid completo, respetuosamente en el orden canónico, de «War Pigs» a «Faries Wear Boots». No se trata de advenedizos stoners hipsters, ni de una pedestre revisión metálica actual. ’77 captan perfectamente el flow de aquellos Black Sabbath aún primigenios, en el que quedaban vestigios de blues, jazz y psicodelia en su sonido. Para eso se necesita un bajista como Guillem Martínez, que sepa dibujar sobre el riff como Geezer Buttler, un baterista como Andy Cobo que tenga suficiente swing dentro como para emular a Bill Ward, y un excelso guitarrista que haga de Tony Iommi en la persona de LG Valeta.
’77 tienen todo esto, a lo que se suman sus indudables tablas y una reverente apreciación de los 70’s. Mientras la mayoría de bandas de covers hacen fotocopias de mayor o menor calidad, ’77 firman un auténtico fascímil de un incunable.
Pero hay más. «Supernaut», «Black Sabbath» y «Children Of The Grave» son un bonus irresistible de una noche única. Y bien hacen ’77 en plantear esto como lo que es: un divertimento puntual e icónico. Difícil es decir si algo de Black Sabbath se filtrará en la música de ’77, pero es sin duda una premisa atractiva habiendo disfrutado de este singular homenaje. Un funeral eléctrico de autor.
Texto: Daniel Renna
Foto: Edu Izquierdo