‘El blues es un hermoso paisaje’ subtitula –más bien sentencia- el veterano artista canadiense desde la misma portada del disco. Hermoso y potente, cabría añadir, a la vista de lo que nos ofrece en su nuevo lanzamiento. Once temas de inequívoco sustrato blues grabados con la urgencia y la rabia de un disco de puro rock’n’roll.
Apoyado como siempre en su profunda voz y su no menos intensa armónica, Reddick se ha hecho en esta ocasión con los servicios de una banda que incluye nada menos que tres guitarras, entre ellas la de Steve Mariner de Monkey Junk y la de Colin Cripps de Blue Rodeo, este último oficiando también en tareas de productor. El resultado, trazado a conciencia, es un disco apasionadamente eléctrico, una tormenta –controlada- de decibelios como nunca hasta ahora había grabado, con apenas dos o tres momentos de descanso –esas preciosas ‘Mourning Dove’ y ‘Love and Never Know’- como momentáneo paréntesis antes de seguir cabalgando.
Leyenda local en su ciudad natal, Toronto, y por extensión en todo el territorio canadiense y parte del extranjero, no es Reddick un bluesman especialmente prolífico en estudio. En más de veinticinco años de carrera no llegan a la decena sus lanzamientos oficiales, primero con la banda que formó a principios de los noventa -The Sidemen- y más tarde en solitario, pero no ha habido, en esos intervalos entre grabaciones, un solo segundo por el que no haya valido la pena esperar. Este hombre nunca decepciona, y con ‘Ride The One’, además, ha dado un paso adelante en su sonido que promete, de seguir en esa senda, más de una alegría en el futuro.
Eloy Pérez