La Maravillosa Orquesta del Alcohol (aka La M.O.D.A.) luce maneras de big band del folk-rock patrio. Llevan varios años en la carretera y han manifestado la necesidad de disfrutar de un descanso después de un no parar quizá demasiado largo.
Sin embargo, ello no fue óbice para que el pasado sábado se subieran por tercer día consecutivo a las tablas de Joy Eslava. Era el fin de fiesta a tres noches memorables en las que se grababa un disco en directo. Y el tercer día fue el primero. El primero en salir a la venta, por lo que el público que se dio cita era pata negra. Según se cuenta en los mentideros de la Villa, la noche del jueves y del viernes no dejaron indiferente a nadie pero la noche del sábado tenía una fuerza especial y eso lo sabían de sobra David Ruiz y sus secuaces.
Los de Burgos (y de más al norte) repasaron sus credenciales con la fuerza de siempre y el público los acompañó coreando lo que ya son himnos del rock patrio (como ese que dice “son los, HIJOS DE JOHNNY CASH”). Sus temas se sucedían tan deprisa como el sudor corría por las frentes de los allí presentes. Los acordeones, el banjo y el saxo hacen que sus temas, acompañados de esa voz lamontagneiana tan característica de Ruiz, suenen frescos y genuinos. Viéndoles en directo me pregunto si esta es la nueva generación del rock de bar y mini de cerveza en el que se forjaron leyendas como Rosendo, Fito Cabrales o Extremoduro. Quizá haya influido el hecho de que han sabido rodearse muy bien desde sus inicios.
Así, Quique González hizo acto de presencia y nos clavó varios puñales de los que esconde en el interior de su guitarra interpretando junto a David esa joya de menos de dos minutos y ocho versos llamada “La Cuerda Floja”. No se les cayó la sonrisa del rostro en ningún momento y se notaba que por noches como esta se habían hecho músicos y merecían la pena tantas horas de carretera e incertidumbres. Mis respetos a todos los miembros de La M.O.D.A. y que descansen con la tranquilidad del deber cumplido. Solo espero que el merecido descanso no dure demasiado.
Texto: Pepe Maza
Foto: Rodrigo Mena Ruiz