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Aullido Atómico e Ignatius Farray: Cuando la música y el humor se encuentran

 

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Vuelven las Cowabunga Sessions a la sala Ego de Alcalá de Henares. El combo formado por Pierre Patán (conocido como el imprevisible vocalista de la formación subterránea Wicked Wanda) y Jalex Frutos (también DJ) se encargaba este viernes 9 de septiembre de dar el pistoletazo de salida al nuevo curso con un cartel de lo más goloso: los garageros valencianos Aullido Atómico actuando a la par que el archi-conocido monologuista Ignatius Farray. Un experimento, el de mezclar comedia y música, que estos promotores ya llevaron a cabo en el año 2013, maridando el humor corrosivo de Farray con la suciedad de Los Widow Makers. Parece que el ejercicio resultó, y que la máxima de Ignatius, “la comedia es el nuevo rock and roll”, no anda tan desencaminada. Algo que pudimos comprobar en uno de los momentos más memorables de la noche, al subir el cómico canario al escenario para recitar su “Poema a Donald Trump” al tiempo que los valencianos improvisaban un acompañamiento sonoro acorde a los versos.

Encontrar el límite entre la poesía, la música, el humor o la performance parece, a fin de cuentas, una cuestión de actitud en tiempos de la post modernidad líquida, esa que ha eliminado cualquier límite al acto creativo o al difuso concepto de arte. Así, no resultó extraño ni antinatural el hecho de escuchar los versos de un poema cómico a ritmo de rock. Más bien lo contrario, al ajustar el monologuista la cadencia del poema a la música del trío, que no se cortaba al añadir un furibundo punteo a la guitarra o algún sorpresivo redoble de batería a los momentos más elocuentes del poema. El resultado, un subidón de adrenalina que desembocaba en los consabidos bailes que no podrían faltar en cualquier bolo de Aullido Atómico.

 

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La fusión comedia-rock no se produjo de primeras. La Cowabunga Session comenzaba de la manera más civilizada posible, tratándose de una actuación de Ignatius Farray. Mesitas colocadas alrededor del escenario, con mantelitos rojos que no hacían más que potenciar la sensación de local-de-mala-reputación de la sala Ego (un lugar con muy buena reputación, amén de programación, por cierto). El canario se subía a las tablas rodeado por los instrumentos de Aullido Atómico, tras una breve introducción de dos temas por parte del trío valenciano. Con un repertorio que combinaba parte de su espectáculo “La comedia salvó mi vida” con algunos de sus momentos más gloriosos en La Vida Moderna y Oh! My LOL, como sus habituales y apabullantes interacciones con el público presente; el protagonista de “El Fin de la Comedia” acabó retrocediendo en el tiempo hasta su etapa más surrealista con la performance que ya toda la audiencia esperaba con furor, aquella en la que un “jovencito ambiguo” se dejaba chupar un pezón por parte del cómico. Algo que Farray – como ya comentó durante su actuación – ha desterrado de sus shows, excepto en casos aislados como éste, mutando su humor hacia una vena más predicadora (filosófica, incluso).

Aullido Atómico recogía el testigo de Ignatius dando buena cuenta de su último lanzamiento, “Todo y ahora” (Hurrah, 2016). Un trash rock tan directo y visceral como su título, con perlas como “Aún preguntas por qué”, en las que la crudeza del rock deja espacio a los inocentes compases del rockabilly y unos coros tan du-duá como sus coetáneos Los Guajes (aunque sin el componente irónico de los asturianos). Arpegios sucios y brillantes de guitarra, batería predominante y bajo indomable al servicio de la voz rasgada y contundente de don Rogelio (muy en la línea de los madrileños Los Wallas).

Fue durante el ecuador de una actuación sudorosa y ardiente, muy bien acogida por el público de la Ego (imposible resistirse a la locura guitarrera y ritmo endemoniado de “Sí a todo”) cuando llegó el momento de fusionar artes en el escenario. El final del concierto y de la noche se venía encima a pesar de las ganas de más y el buen ambiente. Y es que los horarios no perdonan. Ojalá más iniciativas como esta en el underground madrileño. Ojalá más Cowabunga Nights, y más a menudo.

Texto: Elena Rosillo.

Fotos: Dani Álamo

 

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