Puede parecer un planteamiento suicida, un tanto a lo Cecil B. DeMille, comenzar el bolo con “Tipo D”, ese hitazo de ritmo avasallador que deja todo patas arriba, embozando de reverberación al personal que llena el pequeño auditorio. Errónea apreciación, visto lo que vino después, debiendo constatar que la banda liderada por el carismático Abraham Boba –curiosa mixtura de porte chulesco y sentida entonación a lo Carlos Berlanga- se encuentra en ese momento dulce, en el que repertorio y actitud sobre las tablas han alcanzado un estatus de fácil comunión y todas las jugadas le salen redondas: a pesar de no tener todo a su favor, ya que un volumen no bien ajustado a las dimensiones de local jugaba malas pasadas a los pabellones auditivos según donde te colocases, y el calor abrasador estuvo al límite de la lipotimia. Zarandajas para una banda que se lanzó sin freno ni vergüenza alguna a defender un set list que se ha enlucido con un segundo disco notable, donde las nuevos parámetros musicales se acompañan de micro relatos que documentan certeramente la mierda de vida que nos ha tocado en desgracia: imparables en sus interpretaciones de “Gloria” o “Ser Brigada” (brillante Edu Baos al bajo saturadamente funky) el público cayo complacidamente prisionero de la emboscada que nos preparó este singular comando kraut/rock and roll.
Texto: Manuel Borrero
Fotos: Eva Fraile
