Desde luego que tanto autor como editor olvidaron (o pasaron directamente de ello) la vertiente comercial de uno de los héroes del malditismo en esto del rock and roll cuando decidieron ponerse manos a la obra y dedicar unas decenas de páginas al por otro lado encantador Nikki Sudden. Porque ¿para qué engañarnos? Súper ventas, al igual que no lo fueron los discos de su protagonista, no será esta biografía que, dicho sea de paso está pero que muy bien planteada y resuelta. No en vano Pérez la inició con la colaboración del propio Sudden que antes de su muerte se encargaba de corregir lo que el autor le mandaba para después aportarle nuevos datos. Así se hicieron amigos. Cómplices. Intercambiando correspondencia. Confesiones. Algo que finalizó con la prematura desaparición de un músico que todavía tenía mucho que decir como demuestran esas historias que ahora se recogen en un volumen que algunos considerarán corto pero que a mí se me antoja del tamaño justo para conocer, redescubrir o incluso re enamorarse de un músico que probablemente vivió fuera de su tiempo. Y ahí residía parte de su encanto. Porque Sudden era un dandy de otra época y conociéndolo es imposible no caer rendido ante sus peripecias y, por supuesto ante su música. Este espléndido volumen hace lo necesario para que así sea.
Eduardo Izquierdo
