Ya no hay quien dude que el tejano Hayes Carll es uno de los músicos más interesantes del country alternativo actual. Su discografía no ofrece ni un solo bajón y este quinto disco no iba a ser una excepción. Eso sí, los que esperen una continuación del dinamismo y desenfreno que ofrecían algunas canciones del excesivamente lejano KMAG YOYO (2011) ya pueden irse olvidando. Aquí, este músico admirado por grandes como Billy Joe Shaver o Steve Earle, ha optado por darle protagonismo a su voz y a las guitarras acústicas apostando por su vertiente más songwriter. Producido por el infalible Joe Henry y con la participaciónde Jim Lauderdale en alguna composición, Carll apuesta por la influencia de Guy Clark o Townes Van Zandt para construir un disco nocturno, casi crepuscular. Un trabajo que huye de la estridencia para optar por la sensibilidad pero, ojo, sin hacer en la tristeza. Porque esta no es una obra donde domina la melancolía sino más bien la vulnerabilidad y la valentía para enfrentarse a ella y salir vencedor. Quizá no era el disco que muchos esperaban tras cuatro años de espera pero es el que el artista necesitaba hacer y contra la necesidad de expresión poco se puede discutir. Y menos si las canciones son tan espléndidas como las aquí incluidas.
Eduardo Izquierdo