Créanme, la culpa de todo no la tiene Yoko Ono, la tienen Kiss por haber abierto esa vía. Suplantando a dos miembros originales con dos mercenarios-robóticos-pelagatos y faltos de carisma, dejaron la puerta abierta a que otras grandes bandas hiciesen estropicios similares con su carrera: desde buscar cantantes clones en youtube a girar con menos miembros originales que los que militan en la orquesta de Glen Miller. Después de lo de Paul Rodgers, Queen no se anduvieron con rodeos y fueron a por Adam Lambert, ídolo de quinceañeras surgido de un programa de talentos estadounidense. En relación a lo de Kiss, Brian May y Roger Taylor han elegido un tipo mediático, verdaderamente glammy y femenino, con sentido del espectáculo y ganas de agradar. No es que Lambert haya nacido para suplantar a Mercury, pero el público de estos Queen lo aceptan mejor que a Rodgers por los motivos antes expuestos (ese es el nivel). Sin entrar en el insulto fácil, al chaval le falta recorrido, el de los clubs, y sobre todo, mucho cuerpo en la voz. Tiene subida y aguante, es de aquellos que no se cansan de cantar. Pero no posee alma, sería imposible llegar a emocionarse con su garganta así estuviese 24 horas ininterrumpidas intentándolo. En el otro lado, sigue siendo algo bueno escuchar a May y Taylor pese a las evidentes cicatrices de la edad (Taylor se hizo acompañar por su hijo en otro instrumentos en más de la mitad del recital), y el repertorio fue sencillamente inmejorable. Qué pena por consecuencia que sigan llamando a esto Queen. Sería más honesto hacerse llamar May, Taylor y Lambert. Aunque el efecto no sería el mismo, tanto para los defensores como para los detractores.
Texto: Sergio Martos
Foto: Alberto Belmonte
