Jueves
Aterrizar en el BBK Live el jueves con Chvrches es dar de pleno con la sustancia de la presente edición del festival, la undécima, probablemente la más coherente (que no uniforme) de su historia, avalada en unos números de casi 103.000 visitantes oficiales. La inmensa mayoría de los nombres presentes han pasado, o podrían pasar, por el indiscutible Primavera Sound. Lo de Bilbao no es tan completo, ni tan complejo, en el plano artístico; aquí más centrado en el electro pop, pero sin negar cancha a otras grietas contemporáneas de la electrónica, con algo de ese rock que al fin y al cabo vertebra aún los impulsos más enérgico/orgánicos.
A lo que íbamos, el trío escocés con chica Chvrches, la menudita Lauren Mayberry, quien por cierto pide disculpas por el brexit, simboliza la plenitud sensorial de un pop bañado en sintes, no tan moderno como parece (aquí las raíces se pueden divisar en el primer Depeche Mode y de eso hace tres décadas y media), y cuyo mayor dilema será pelear contra su -casi- inevitable condición efímera. Después M83 se gustan en un hinchado alarde de ritmos electrónicos con hechuras rockistas, todo muy agradecido para el ecosistema de un gran festival, lo que nos hace buscar el cobijo casero, casi naif, de las polémicas Hinds. Nos convencen en quince minutos y por ahora no hay más preguntas. Y llega New Order con un arranque guitarrero (“Ceremony”!) allá donde lo dejó Ian Curtis, resucitado en el tramo final a través de las pantallas y ese inmemorial “Love will tear us apart”, mientras un “Joy Division forever” luce en escena. En el medio esas nupcias del rock y lo contrario, que precisamente han sustentado muchas de las propuestas del cambio de siglo. Bernard Summer parece algo ausente, no importa; su electrónica vintage y ese ritmo bailable y melódico remueve corazones y pies, hasta derretir el semblante de gato de escayola de muchos de los presentes más veteranos. Arcade Fire cierran el cupo estelar parcelando sus cuatro álbumes mientras optamos por la retirada con el convencimiento de que la macrobanda canadiense está reiventando el rock de estadio, en el mejor de los casos, con matices inéditos en este tipo de suceso a la grande. Texto: Javier Corral “Jerry”
Viernes
Si condujéramos a un espectador rutero provisto de bastón y gafas de sol, en la jornada del viernes le llevaríamos directo a Belako, la gran esperanza blanca- y vasca- del pop ruidista y danzarín que ha llevado su nombre de un polígono industrial de Mungia (Bizkaia) a los escenarios festivaleros estatales. Con ellos/ ellas se refuta el paradigma del indie español para consolidar la hegemonía de las ganas y la actitud sobre otros asuntos. El foco se trasladó tiempo después a la figura de Frank Black y la segunda vida de los Pixies allende Kim Deal. Con ellos se abrió la brecha que separa dos generaciones del pop, la que va del vinilo a spotify y que en ambos formatos resiste <<Bone Machine>>, <<Head On>>, <<Wave of Mutilation>> o <<Velouria>>, muestras todas de su primera vida y casi el orden cronológico del cancionero inicial. Superando la corrección, el grupo de Boston dio una patada al escepticismo y ganó la partida al recuerdo a anteriores y fallidos conciertos. Se crecieron en paralelo al tamaño de la grafía que ocupaban en el cartel. Texto: Álvaro Fierro
Sábado
La última jornada la iniciamos con las sombras sintético/abstractas de la chilena Soledad Vélez en un horario tan diurno que le resta complicidad. Otra mujer, la australiana Courtney Barnett, nos recuerda que todavía con guitarra/bajo/batería y una voz arenosa y decidida se puede afrontar el futuro. Ella por ahora es el mejor presente del rock que encuentra su ser en los acelerones de furia, y un fraseo precipitado que nos evoca a Jim Carroll. El contrapunto folk sereno llega con Father John Misty, que quiso ser pastor de iglesia y aún parece empeñado en ello por la vía laica del estrellato. Presumido a la manera californiana, por imagen y pulcro sonido, el ex Fleet Foxes de angélica voz, no pierde aplomo ni cuando cae al foso, sin querer, ni cuando se arremolina por el suelo, queriendo; para terminar en un baño de manos femeninas. Con Tame Impala llega otro éxtasis soft. Mullida psicodelia para las masas, tarareable, bailable y flo-tan-te, “flaming lips” de hechuras siderales. Los de Kevin Parker nadan en la abundancia. La noche aún da para comprobar (de lejos) que Editors no se mueven un centímetro de su pos-punk de pega, que Jagwar Ma pueden llevar “madchester” desde las antípodas geográficas, que no estilísticas. a una electrónica hiper frenética, o que Foals ganan público mientras pierden interés, desde aquellos coqueteos primerizos con el math rock.
El festival bilbaíno parece haberse concienciado también del tremendo potencial vasco de ahora con las apuestas (más o menos seguras) de Belako, McEnroe, WAS, Rural Zombies, John Berkhout, Correos, Dekot o Yellow Big Machine. Texto: Javier Corral “Jerry”
Fotos: Dena Flows