Tras Son of Dave se encuentra Benjamin Darvill, músico canadiense nacido en Winnipeg que empezó a darse a conocer en el mundo de la música como miembro de Crash Test Dummies, con lo que permaneció la friolera de diez años hasta que en 1998 se muda a Londres y pone en marcha este proyecto en el que mezcla el blues con su pasión por cacharros de diversa procedencia. Armonicista aventajado, Darvill acaba de publicar Explisve Hits, un disco de versiones por el que nos ponemos en contacto con él.
Te basas en el blues más viejuno pero añadiendo evidentes elementos actuales ¿es algo que forma parte de la esencia de este proyecto? ¿no puede resultar contradictorio?
Filosóficamente hablando, me importa una mierda (risas). Los pedales o las grabaciones en bucle ¿son herramientas modernas? El Beatbox, que es hacer ritmos con la boca y muchos lo consideran moderno porque lleva veinte años de moda es algo que para mí es primitivo. Creo que estoy haciendo algo que suena diferente y personal pero no moderno o antiguo. A veces sonaré de una manera y a veces de otra, estableciendo un puente entre ambas formas. No es algo que tampoco me plantee hacer conscientemente.
¿Qué te parece si describo tu música como agresiva?
Me gusta la definición. Es una textura áspera para pistas de baile pero no lo típico que te harían bailas en clase. Es una aventura sonora, con patrones establecidos que a veces no son del todo agradables pero que encierran mucha pasión.
Siempre has optado por la opción “one-man-band” y en este disco no.
Me he hecho acompañar de otros músicos, sí. Ya sabes que en el pasado he tocado en bandas y no me es algo extraño, aunque Son of Dave es un proyecto unipersonal. No es que quiera ser un líder ni nada así, sino que quiero seguir mi propio camino.
Como bluesman canadiense afincado en Londres ¿qué diferencia al blues británico del norteamericano?
La verdad es que no me he puesto mucho con el British Blues. A veces me piden tocar en eventos de gente de todos los campos. Ya sabemos la historia del blues británico con bandas como The Rolling Stones o Led Zeppelin aunque también sabemos que el blues norteamericano tiene una historia más longeva. Mis favoritos, eso sí, son los temas de blues que carecen de solo de guitarra. Prefiero los solos de saxofón o piano. No he encontrado mucha gente que optara por eso ni por incluir ritmos bailables como el jump o el jive, hasta que llegué a Londres y me encontré miles de personas bailando en los conciertos. Creo que hay gente que se perdió en un solo de guitarra y nunca ha vuelto a encontrarse.
Sin embargo, me parece que la música de raíces funciona mejor en Europa que en Estados Unidos.
Yo también lo creo. La verdad es que no he escuchado últimamente demasiadas cosas interesantes que provengan de Estados Unidos. Solo imitadores de material antiguo y para eso ya me voy a los originales. Estados Unidos parece un país cansado en lo musical. Quizá para los jóvenes y otros estilos sea diferente, pero no para el blues.
¿Hay un renacimiento del interés por el blues seminal?
No lo sé. Oigo palabras como re-mix, electro-blues o electro-swing y no significan nada para mí. Yo creo que es importante que la gente se “sacuda” en la pista de baile, que se divierta. Es difícil conseguir el equilibrio entre magnetismo y carácter bailable, pero es lo que intento.
Creo que elegiste los temas a partir de sugerencias ¿no?
Algunas sí, incluso hubo temas que se propusieron cuando ya la gente sabía que estaba haciendo un disco así. A veces me siento como uno de esos viejos actores de cruceros haciendo antiguas melodías, pero me gusta (risas).
Sorprende que hayas mezclado clásicos como Leadbelly con Daft Punk, por ejemplo.
Es que Daft Punk también usa música antigua modernizándola. Son cosas que hacemos los músicos para mantenernos entretenidos. No puedo negar que también quiero ver las caras que pondrán algunos fans de Daft Punk o ACDC. Mi trabajo es atraer a la gente a la pista de baile para que consuman más alcohol. Por eso me pagan (risas).
¿Qué te lleva a hacer un disco de versiones justo ahora?
La diversión. Mi colección de versiones se ha ido construyendo todos estos años. Mis fans me pedían versiones y yo intentaba hacerlas. Supongo que es una forma de dar a la gente cosas con las que disfruta. He trabajado partiendo de la base del one-man-band para ir incorporando colaboraciones luego, trabajando en el estudio de Alex McGowan en Londres, que es alguien que me entiende perfectamente desde hace mucho tiempo.
¿Y cómo las enfocas? ¿siendo fiel a la original? ¿Innovando?
Intento respetar el original pero evidentemente todo cambia cuando lo traduzco a la armónica o la caja de ritmos. Las canciones son reconocibles, pero suelen ser diferentes. La fidelidad va hacia el espíritu, pero quiero que la gente disfrute como condenados.
Me gusta la portada, me recuerda a los discos antiguos.
Gracias, era el objetivo. Es como se hacían los recopilatorios de hits en los 70. Conseguían, no sé cómo, meter 20 canciones en un vinilo de forma muy barata. Las portadas eran vulgares y horteras, pero vendían la hostia. A la gente le está gustado el concepto o al menos eso dicen en la mesa de merchandising (risas).
Para acabar y como se trata de tu primera entrevista con nosotros, qué músicos consideras indispensables o que te hayan influido más en este proyecto.
Es una pregunta muy habitual y normal que hagas. Si me pareciera a los Bee Gees supongo que esperarías una respuesta pero en mi caso, espero, es menos evidente. Los primeros armonicistas que oí cuando era niño fueron James Cotton y John Hammond Jr. ME enamoré del instrumento con ellos así que tengo que citarlos.
Eduardo Izquierdo