Vivos

Steve Smyth (& Owl Capitan), Funhouse

13072065_10154196217874390_1800169690_o

Hay personas para las que los conceptos de espacio y tiempo no significan gran cosa. Son ese tipo de especímenes que encontramos cada día en un lugar distinto, como si viajar no costase dinero ni esfuerzo. Que suelen llegar tarde, o pronto, y tampoco eso es un problema. Personajes que suelen vestir con lo primero que encuentran, que usan su ropa hasta romperla e, incluso entonces, si aún visten, ¿para qué desecharlas? El común de los mortales sufrimos mares de dudas ante la idea de plantear un recorrido alternativo al rutinario.

Los vagabundos que acabo de describir viven en el camino que no se plantea… sólo surge. Para ser vagabundo hay que valer, y para Steve Smyth no existe otra forma de vida que ésta. Criado por dos “ministers”, curas protestantes que se trasladaban de pueblo en pueblo, construyendo iglesias de la nada a lo largo de Australia, el pelirrojo absorbió desde niño las melodías espirituales y el sabor de la libertad escondida en los acordes de las viejas canciones que servían como ceremonia. Para Steve Smyth la música siempre fue sagrada, el tiempo siempre fue un vehículo, y el espacio… una situación coyuntural. Ahora, sin ir más lejos, el australiano se muda a Barcelona de una vez por todas, tras cansarse de buscar excusas donde no las había para volver una y otra vez a nuestro país.

Tanto es así, que a Smyth le faltaba tiempo para desempolvar su recién adquirido castellano y tratar de comunicarse con la audiencia que aquel desapacible domingo se congregaba, casi como nuevos feligreses del cura más autoindulgente del universo, en la madrileña sala Fun House (en la que cada día hay un concierto, y todos buenos, qué exceso).

“Sí, soy feliz” nos decía Steve Smyth con su acento macarrónico y una enorme sonrisa en el rostro, esa con la que es difícil dejar de verle.

La noche empezaba con Owl Captain como telonero, dándonos las claves de su nuevo disco (aún inédito y gestándose en las manos del productor Brian Hunt), un segundo trabajo con el que se enfrenta al reto de superar su debut, “Nights” (2014), cuyos temas también sonaron como aperitivo del australiano. Por lo que pudimos escuchar de Gonzalo Ruiz, la cosa pinta bien, como no podía ser de otra forma.

received_10154196218164390

Steve Smyth se lanzaba al escenario, primero en solitario, armado con su guitarra Harmony, unos zapatos rojos de punta reluciente y una camisa rota de arriba a abajo por la espalda. Pura actitud. Pura visceralidad desde el minuto cero. Y eso que al australiano se le notaban los seis días previos de gira. Por mucho que lo intentara, sus cuerdas vocales se negaban a llegar donde él quería. Aunque no cesaba en su empeño.

Pronto aparecían sobre las tablas los fuera de la ley, el bajista Quico Tretze (quien se ha marcado un pedazo de debut en solitario con su LP “Perdut e amat” (2015)) y el batería Oriol Planells (también en Exxasens y Red Mosquitos). Los Outlaws no perdieron el tiempo con remilgos, lanzándose con la cañera “Get On”, apertura del último trabajo del australiano, “Exits” (Ivy League Records, 2014). Tras ella, la teatralidad histriónica de Smyth se hacía presente con “A Hopeless Feminist” y su “tic-tic” acompañado por la baqueta de Oriol. Steve continuaba con “Releases” (2011) y su “Barbiture Cowboy and His Dark Horses” antes de volver a quedarse solo sobre las tablas y dedicarnos un sentido acústico en el que prácticamente prescindió del micrófono, previo a uno de sus temas más reconocidos, “In a Place”; en el que la falta de energía del australiano comenzó a hacer mella en el directo.

Steve Smyth demostraba ser, a pesar de todo, humano. Y quizás por eso, su siguiente tema se convertía en una espiritual blues interpretada únicamente con la voz (esa que ya iba por libre, y a nosotros nos daba igual, porque incluso así resulta extraordinaria) y los chasquidos de sus dedos. ¿Para qué el micrófono? Volvían los Outlaws al escenario con “Shake It”, y Smyth se subía a uno de los agarres para saltar y romperse el resto de la camisa que le quedaba intacta. El todo por el todo, como si se encontrara abriendo de nuevo para The Killers o Angus y Julia Stone en lugar de en un garito de Madrid (y en domingo).

Para el que ha sido etiquetado como una mezcla de Jeff Buckley y Tom Waits no es posible ser comedido. Cada concierto es diferente, pero su alma errante no deja de transmitir una vibrante sensación devastadora, capaz de tocarte a pesar de las noches sin dormir y los días de furgoneta. Terminaba el australiano su actuación con un bis sencillo, prescindiendo de los Outlaws, y anunciando que, tras éste, no habría más. “This is your last dance”, cantaba Smyth. Solo por el momento, le dejaremos descansar.

Texto: Elena Rosillo

Fotos: Josep Cordero

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda