Encuentros

Allen Stone: un hippy con soul

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No nació en los ’70. No lleva traje ni sombrero. Ni si quiera es negro. Es más, por su aspecto lo definirías como un hippie fuera de época, un joven cantautor aficionado al country o al folk. Sin embargo, es uno de los mayores valores de la última oleada de artistas soul norteamericanos.

Hijo de un predicador de una pequeña localidad de Washington, se formó como cantante en el coro de la iglesia con el góspel, Stevie Wonder y Marvin Gaye como principales influencias. Hoy, con apenas 29 años y 3 discos en la maleta, se define a sí mismo como un hippie con soul y ha recorrido más de medio mundo convirtiendo cada uno de sus conciertos en una fiesta imborrable para la retina. Ahora llega a España con actuaciones el 15 de abril en La [2] Apolo en Barcelona, y el 16 de abril en La Sala Taboo en Madrid, para presentar Radius, su último disco, y aquella línea que va desde la superficie hasta lo más profundo.

Impresiones sobre la industria musical, el momento actual de EE.UU., e Innervisions en una distraída conversación con el chico soul de moda.

¿Cuál es la diferencia principal entre cantar en el coro de una iglesia y hacerlo sobre un escenario delante de gente que sólo quiere pasarlo bien?

Es exactamente lo mismo, tan sólo una costumbre diferente. La gente que va a la iglesia lo hace por creencias religiosas, pero principalmente por un sentido de comunidad. Y la que va a conciertos, lo hace por la misma razón. Sin duda, hay interpretaciones diferentes de la libertad dentro de una sala de conciertos, pero la gente asiste a ellas lo hace por la misma razón: sentimiento de pertenencia a una comunidad determinada.

¿Qué sentiste la primera vez que escuchaste Innervisions de Stevie Wonder cuando tenías 15 años?

Fue muy revelador, me cambió la vida. Stevie Wonder, en mi humilde opinión, es la mayor personificación del amor, la máxima expresión del amor en forma humana. Su capacidad como músico es de otro mundo, y encuentra la alegría en unir a la gente a través del positivismo. Hay espíritu, un alma viviente en los grooves de ese disco que encendió algo dentro de mí. Y es lo que llevo persiguiendo desde entonces.

Tu música es sinónimo de diversión, pero también de conciencia social. ¿Cómo trabajas ambos aspectos a la vez?

Es un equilibrio difícil. Quiero que mi música haga reflexionar a la gente. Por lo general, sólo me inspiro para escribir canciones si estoy muy cabreado por algún tipo de injusticia. Creo que la música con conciencia no tiene suficiente peso en la industria musical hoy en día. Sin embargo, también entiendo que la gente que escucha música lo hace como vía de escape, para evadirse de sus problemas. No siempre quieren que alguien les recuerde la oscuridad que existe en el mundo fuera de su hogar. Así que trato de infundir esperanza y positivismo, pero sin obviar los problemas de la sociedad.

¿Qué opinión tienes del soul de hoy en día? Parece que contigo, y artistas como Leon Bridges o Nick Waterhouse, está viviendo su segunda juventud desde los 70.

En realidad el soul nunca se fue. Siempre ha estado a nuestro alrededor, tan sólo ha evolucionado. Ha cambiado la estética, la apariencia… ya no se lleva la ropa de antes, los sombreros de antes, el peinado de antes, pero las raíces continúan intactas. Sin embargo, sí parece haber una especie de reciclaje de lo que un día hubo, artistas que rinden homenaje a lo que fue… eso siempre es bonito.

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(Foto: Lonnie Webb)

 

El álbum se llama Radius, y algunas de las canciones llevan títulos como «Circle», o «Symmetrical». ¿Qué supuso la geometría para ti durante la composición del disco?

Hay muchos temas recurrentes en el disco, y la geometría es uno de ellos. Durante la composición sentía mucha curiosidad por lo que representan las formas geométricas en perfecto equilibrio. El radio de una circunferencia es la línea que va desde el centro a cualquier punto de la propia circunferencia, y este disco es todo lo que hay dentro de mí, desde el corazón hasta la piel.

El amor es un concepto muy presente a lo largo del disco. ¿Forma esto parte de tu necesidad como artista para crear un álbum sincero?

Cuando escribo canciones intento ser lo más auténtico posible, que sean el reflejo del momento concreto en el que me encuentro. No escribo por escribir, sin un motivo, una necesidad por expresar cómo me siento. Todo ha sido escrito ya, así que, ¿para qué hacerlo entonces? La música tan sólo se está reciclando a sí misma, repitiéndose. Yo escribo como un ejercicio de liberación, una especie de función terapéutica. Escribo mi verdad, la verdad de mi vida, y confío en que esas verdades puedan ser recibidas, comprendidas y compartidas por los demás. No se trata de responder sólo a unas expectativas, a una etiqueta que me puede haber puesto la industria musical.

El disco es rico en estilos e influencias. ¿Te asusta decepcionar a los amantes del soul más purista?

En absoluto. Mi esperanza, la razón por la que hago esto, es para encontrar mi propia voz, mi sonido propio. Una seña de identidad, ser fiel a mí mismo. Cada disco es un nuevo viaje en esa dirección. Puede que un día mi inquietud sea sacar un disco de country, y entonces así lo haga. ¿Quién sabe?

«Perfect World» es una canción con mucho gospel acompañada de un videoclip sencillo pero muy creativo. ¿Cómo surgió la idea?

Cuando nos pusimos a hacer el video con el productor Stefan Hunt, le dije que quería algo entre el video de Fatboy Slim con Christopher Walken, y la cabecera del programa Reading Rainbow. Los tomó como punto de partido y nos pusimos a trabajar, hasta dar con el resultado final. Es un tipo brillante, muy creativo, y todo el equipo estuvo genial. Me siento muy orgulloso de que sea mi música la que acompañe a ese video.

«Fake Future» es una reflexión sobre la tecnología en el arte como elemento deshumanizante. ¿Qué relación tienes con ella en la composición?

Éste es un tema complejo. Una guitarra es una forma de tecnología, igual que el amplificador que la acompaña, o una batería. Sin embargo, no pueden sonar sin la parte humana. Hoy en día, muchos artistas utilizan ordenadores en sus actuaciones, y cantan sobre pistas de acompañamiento grabadas. Esto es así sobretodo en la música pop, hasta el punto de que algunos en realidad ni siquiera están cantando o tocando nada. Es muy frustrante… La música en vivo debería ser una celebración. Trata de un artista siendo vulnerable frente a su público, que para eso pagan la entrada, para ver al artista que tanto adoran convertido en una persona humana como cualquier otra. Quieren ver al artista real, el que está detrás de las fotografías promocionales y las tomas perfectas de estudio. Cuando un artista tiene un ordenador en el escenario que está haciendo sonar la música, está mintiendo a su público. Aquí es donde nace mi frustración, no con la tecnología en sí, sino con los músicos que mienten a su público con tanto sampler y tonterías…

Pero Freedom es una canción puramente pop, más cercana a Uptown Funk de Mark Ronson o a Get Lucky de Daft Punk, que a un artista soul. ¿Sentías que necesitabas una canción que pudiera interesar a las emisoras de radio?

Fue muy difícil, y todavía lo es. Aún así, su mensaje sigue sonándome muy sincero respecto a como me sentía cuando la escribí, por lo que no me preocupo demasiado. Al fin y al cabo, no soy cirujano ni estoy aquí para encontrar la cura contra el cáncer. Soy sólo un cantante.

En la edición especial del disco, hay buenas canciones como «Loose». ¿De dónde surgieron?

Escribí cerca de 50 canciones para este álbum. Hicimos muchas sesiones para decidir cuáles entraban y cuáles no. «Loose» es sólo una de tantas que se quedó fuera de las elegidas, pero me consuela que haya encontrado la forma de salir a la luz.

«American Privilege» es otro ejemplo de música con mensaje. ¿Qué opinas de la situación actual de los EE.UU.?

La conciencia social en EE.UU. crece como un fuego descontrolado. Internet nos ha dado una plataforma para debatir como no la había antes. Me niego a creer que mi país está dividido entre republicanos y demócratas, o lo que sea. Claro que hay gente con opiniones diferentes, que se sustentan en su peculiar forma de ver el mundo y sus intereses. Pero estoy seguro de que la conciencia social va en aumento. El problema aquí son los medios de comunicación. En la búsqueda constante de “la historia”, las grandes empresas de la comunicación de mi país han creado una cultura basada en la conmoción y el pavor. Esto ha cultivado la creencia de que en EE.UU. la cultura se nutre de celebridades “sin cerebro” y el entretenimiento como mínimo común denominador. Sin embargo, la gran mayoría de la población se encuentra al otro lado. Es simplemente que no se le da cobertura, ya que no sirve a la élite corporativa.

 

Texto: Borja Figuerola

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