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Arizona Baby + Los Bracco, sidrería Petritegi (Astigarraga)

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Entre “Owners of The World” y “It Helps You sing” hubo un mundo, un universo que se había expandido en una sidrería de Astigarraga, pegado a San Sebastián, al calor del grito de guerra “txotx!” con el que se escancia la sidra en Euskadi. Javier Belba le cogió el gustillo a la chispeante bebida afrutada y brindaba con el público cada dos por tres. El más barbudo del trío más barbudo de Valladolid estuvo más parlanchín de lo habitual, con referencias de todo tipo, algunas obvias (a los Reyes Magos, el carbón, Lemmy) y otras bastante inverosímiles sobre en qué consiste el concepto del subidón en la música más allá de la música electrónica, Iker Jiménez y, bueno, llamar Lasarte a Astigarraga en repetidas ocasiones.

Sin que sirva de precedente, Ruben Marrón abandonó su guitarra y antes de los bises se confesó ante el micrófono. Algo trascendental le había ocurrido estos días y quería contarlo a su público. “Veo a gente que he visto otras veces, pero también hay caras nuevas”, vino a decir Javier en otra de sus intervenciones. El público de Arizona Baby, como el grupo, también ha evolucionado. Con “Secret Flies” (2014) consolidaron el formato de trío con Guillermo Aragón a la batería y las percusiones. La fórmula de rock sureño + guitarras acústicas + humor + interacción funciona en directo. Y ahí comparten mérito los habilidosos dedos del Sr. Marrón y el show de Bielva, que siempre cuenta con el público como aliado (“Wooden Nicles»).

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Aunque la dejaron para el final, “Shiralee” pasó de puntillas. Había otras cosas más importantes que atender esa noche que la habían abierto un nuevo grupo donostiarra de rock melódico, juguetón, gamberro y siempre divertido. Los Bracco tuvieron que luchar contra sí mismos porque su cantante (Pablo Fernández) andaba mal de la garganta y el guitarra y compositor principal (Toni Medina) tenía fiebre. A falta de whisky, buena es una botella de vino. O dos. Y salieron mejor parados de lo que se puede esperar. Toni aguantó el tipo, a Pablo no se le vio carraspear. Han ganado puntos con sus nuevas canciones (están más hechas para bailar en la plaza del pueblo) y, sobre todo, con el fichaje de un teclista que amplía los horizontes de su sonido, mirando también a Londres además de Estados Unidos.

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La comida y bebida (sí, aceptémoslo) es igual de importante que los grupos que vamos a ver en el Music & Txotx de la sidrería Petritegi. Es ley. Primero se come y se bebe y luego se ven los conciertos en el mismo recinto. Y se sigue bebiendo, que hay barra libre de sidra. Comimos pintxos eusko label (hamburguesa, pollo, costilla, tortilla…) hasta hartarnos; estábamos tan hambrientos como si acabáramos de volver de un viaje de dos semanas por Inglaterra.

TEXTO: JON PAGOLA

FOTO: LORENA OTERO

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