Ben Howard ha dejado de ser un artista revelación. Los años no pasan en balde y el músico inglés no es la excepción. Este servidor lo ha visto en directo con regularidad y ya han dejado de sorprenderme sus juegos de luces y proyecciones. Me cansa esa actitud de músico atormentado que toma sobre el escenario, sin apenas interactuar con el público (un “muchas gracias” es lo único que dijo en los primeros cuarenta minutos de actuación). Sin embargo, sigue siendo un gusto acudir a sus directos. Howard ha evolucionado el concepto del songwriter mezclando los sonidos de su acústica con efectos especiales (y espaciales). Y la verdad es que le encajan a la perfección.
El londinense apareció sobre las tablas después de unos teloneros de excepción, los también británicos Daughter. Comenzó con su exhibición de luces (o sombras, mejor dicho) y su primer tema fue “End of the Affair”, que se alargó durante más de siete minutos. Siguió con “Conrad” y después con ”Time is Dancing”. No hubo apenas interrupción entre estas tres canciones, separadas únicamente por los aplausos del público. “In Dreams” entusiasmó al respetable, entre los que me cuento, y hasta hubo tiempo para versionar “Wildest Moments”, de Jessie Ware. El concierto se alargó un poco más de una hora y nos fuimos a casa con la tranquilidad del deber cumplido. Mención aparte merece, de nuevo, la pelirroja guitarrista-violonchelista, que no deja de contonearse al ritmo de las melodías como si fuera una diosa griega (o celta, en este caso). Efectivamente, me tiene el corazón roto.
Texto: Pepe Maza