La confianza del carnicero
“Estos coros os los sabéis” bromeaba Ángel Stanich sobre el escenario de la sala Ego de Álcalá de Henares, ya durante el ecuador de su concierto. El cántabro comenzaba con un “Ohh Ohh Ohh” que toda la sala siguió automáticamente. Todos los asistentes conocían, efectivamente, el famoso coreo. Lo que quizás pocos lograban ubicar es que se trataba del tarareo de la canción “Without Me” del rapero norteamericano blanco más famoso de la MTV. Quién lo iba a decir, Ángel Stanich referenciando a Eminem.
“Yo soy en quien confía el carnicero cuando quiere género fresco”. Y es que el género de este cantautor, por mucho que se haya dado en denominar “lisérgico” o “folk”, no deja de pertenecer al “pop” en el sentido más literal de la palabra: popular. Stanich sierra referencias por donde quiera que pasa sin pensar en si pertenecen “a su rollo” o no. Las recopila, asimila y transforma al “Stanichismo” con una pasmosa aparente facilidad. Quizás por esa apertura de miras, el público de la Ego aquella noche perteneciera a las más diversas ramas. Desde tipos que asistían a su primer y único concierto del año –y mandaban callar a los demás, maldita paradoja–, hasta mods, rockeros, adolescentes imberbes o maduros consagrados. Todos, creyentes en un “Jesús Levitante”, un “Outsider” de los que estudiaba Howard Becker. Un “Chinasky” persiguiendo su “Camino ácido”, deleitando a una audiencia entregada, celoso de sus palabras y de una personalidad de la que solo podemos ver la punta del iceberg, de la que se nos oculta todo lo demás.
Llegaban los grandes himnos después de un bis amenizado por la banda de Stanich. Una de esas bandas capaces de marcarse una jam a base de percusión, bajo y guitarra, sin que la audiencia echara de menos (es un decir) al verdadero protagonista. “Mezclaíto”, “Carbura”, “Metralleta Joe”, los temazos eran coreados uno tras otro sin descanso por el público de la Ego, robándole la palabra incluso a la voz rasgada e hipnotizante de Stanich. Jave, mitad de Idealipsticks, se subía al teclado en varias ocasiones para acompañar al cántabro. Complicidad, sudor, pitillos y pelo, mucho pelo, sobre el escenario. “It’s all rock&roll”, pero con género fresco. Quién sabría definir, en esta posmodernidad líquida, dónde están los límites de lo popular. Los subalternos de Spivak encuentran la palabra, cada vez más, en la voz de sus músicos, y la estética y las letras de corte esquizofrénico, son lo de menos. Lo que importa es el alcance del mensaje, enviado a través de un formato altamente atrayente. Tan atrayente como la oculta personalidad de un genio barbudo.
Texto: Elena Rosillo
Foto: Alex Jiménez
Ostia, has definido al muchacho pistonudamente, gracias. Arriba el Stanich-istmo.