No puede decirse que la discografía en solitario de David Gilmour sea exhaustiva precisamente. Cuatro discos en casi cuarenta años así lo atestiguan. La maquinaria de Pink Floyd era demasiado gigantesca y absorbente y él era una pieza demasiado importante en la misma como para haber mantenido una carrera paralela a la banda madre. Tampoco sería justo pedírsela.
Las nuevas canciones de Gilmour agradarán sin duda a los fans de siempre. ‘Rattle That Lock’ no es un mal disco (hablamos de Gilmour, eso es imposible), pero dista mucho de ser una obra redonda. Primero, porque es irregular. Y segundo porque en esa irregularidad hay sensibles diferencias entre los temas –digamos- buenos, y el resto.
Así, uno se encuentra con canciones que aspiran al notable (‘Faces of Stone’, ‘A Boat Lies Waiting’) y algún sobresaliente indiscutible (‘In Any Tongue’, soberbia) pero para disfrutarlas uno debe a su vez sufrir artefactos de tan dudosa calidad como ‘Today’ o el propio tema que titula el álbum, canciones mediocres y maquinales, por no hablar de ese –fallido- experimento de jazz para maduritos que es ‘The Girl In The Yellow Dress’, sonrojante de tan tópico.
En cuanto a la guitarra, cuando suena, suena de muerte (caso de los instrumentales que abren y cierran el disco) pero es que eso a un disco de Gilmour, como el valor a los soldados en batalla, se le supone. Faltaría más. Un álbum correcto, en resumen, con altibajos importantes pero digno en su conjunto y representativo de un icono al que, a sus años y ya de vuelta de todo, aún le quedan cosas por decir.
Eloy Pérez