Los pelos de punta (si los tuviera) se me podrían poner al ver el nuevo álbum de Glen Hansard calificado como “indie-rock”. Sobran unos segundos de «Grace Beneath the Pines», canción que abre este Didn’t he ramble para darse cuenta de lo desacertado de la etiqueta. Lo de indie creo que pasó a mejor vida cuando en 2007 se hizo con el Óscar a la mejor canción por «Once» y las majors se interesaron por él. Además, su música poco cumple con los cánones del mal bautizado género con ese nombre. Lo de rock, si se entiende como algo amplio podría pasar, pero más como cajón de sastre que otra cosa. Servidor se inclinaría, escuchando este nuevo disco, más por algo así como pop-folk.
En todo caso, etiquetas a parte, el irlandés ha demostrado y lo sigue haciendo con esta entrega que es un artista de largo recorrido, y bastante más que simplemente el autor de la cancioncita de marras. Desde el citado premio se ha marcado ya algún trabajo notable y un espléndido homenaje a su amigo Jason Molina. Aunque es probablemente ahora cuando demuestra todo su potencial. Se acerca a las sonoridades de Iron & Wine o Sam Amidon, que por cierto cantan en el disco, y así mantiene intacta su habitual dosis de melancolía. Quizá el único pero este ahí. Hansard es a menudo demasiado melodramático y eso puede llevar a la sensación de hastío temático a la hora de escuchar sus letras, pero la belleza de las melodías y los arreglos acaban haciendo que te olvides de eso. Grabado en parte en los estudios de Wilco en Chicago, el álbum transpira sentimientos a flor de piel y, al final, eso es de lo que se trata. Además contiene tres auténticas joyas en forma de canción como «Lowly Deserter», «Her Mercy» (que ya conocíamos en directo) y «Winning Streak» ¿Su mejor trabajo? Sí, rotundo.
Eduardo Izquierdo