Más rocker que cualquier meapilas de festival estival. Se presumía magno acontecer en la localidad fabril, y natal, del mejor entrenador de la historia del Athletic Bilbao y la selección rojigualda: los bares circundantes al Teatro Barakaldo acogían a cientos de insignes brevadores y cofrades de la inteligentsia y el rockerio bilbaino –si, no erramos, hemos bien dicho: de “el rockerio botxero”-. Afortunadamente, el planeta “hipsterico” y el “extremo centro” no han catado aún semejante manjar de deidades.
Lució roja, perdón, con un escultural vestido rojo, Silvia Perez Cruz (Palafrugell, 1983) acompañada por un magistral a las seis cuerdas, Refree (álter ego de Raul Fernández Miró. Barcelona, 1976). Iniciaron rápido quebrando ya entrañas con la demoledora versión del “Abril 74”, oda del gran Lluis Llach a la revolución de los claveles lusa. Al mismo volvieron en el ecuador de la velada con su “corrandes d’exili”, donde la catalana dejaba entrever dejes a la hoy -al fin- reivindicada por la facción aperturista del Estado Islámico Ruto, la musa balear, Maria del Mar Bonet.
Bajo un silencio sepulcral y una única diminuta luz enfocada en la puesta en pie y gallarda damisela, solemnizó “Hymne de l’amour” de Edith Piaff, desencadenando tal turbación, que uno de los cónyuges de un matrimonio de “iguales” (merced a la exitosa y tenaz conflagración del eterno Pedro Zerolo) arrojó a tablas un ramo de flores. En este punto, era tal la comunión, que la artista, con el lloro en su rostro, proclamó veraz y muy conmovida, como “era el más destacado concierto que habían ofrecido en esta su gira de presentación del disco “granada”, y ante el mejor público”.
Palpamos dos cúspides en las casi dos horas de ceremonia. Una: la ejecución embriagadora del “Carabelas Nada” de Fito Paez en mixtura con una tonada de Atahualpa Yupanqui, que propulsó el planeo cerebral hasta el paroxismo. La otra: el íntimo y sui generis descenso al místico sureño patrio, con la adaptación de “Compañero. Elegía a Ramón Sijé” (poema de Miguel Hernandez) fusionado con “Que me van aniquilando”; perlas ambas contenidas en el regio Lp del 77, “Despegando”, de Enrique Morente y Pepe Habichuela.
Silvia dedicó un agreste “Pequeño Vals Vienés” al malogrado acordeonista vasco y quinto suyo, Oroitz Maiz; transitando con melancolía la senda “Morente & Lagartija Nick meet Leonard Cohen” con el objeto de adaptar los versos lorquianos encuadrados en “Poeta en Nueva York”.
El público les despojó -consentidamente- de el “Txoria Txori” de Mikel Laboa, constituyendo un momento de hechizo imborrable en todos los allí presentes.
Un arrebatador “Gallo rojo, Gallo Negro” del ácrata Chicho Sanchez Ferlosio (¿Para cuándo una segunda reedición -en condiciones- de su único disco?) cerró un soberbio set. Bolazo de la vida.
Texto: Aitor Bakaikoa
Foto: Mr Duck