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Redneck Surfers, el final: Plan B & Librería Hydria, Salamanca

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La noticia me estalla en la cara una noche, y no puedo creerlo. La banda decide, al menos de momento, dejarlo por las otras vidas que todos arrastramos. Miro hacia atrás un instante, y me pongo a echarme las cuentas. He escrito crónicas urgentes y de las otras, y he apilado palabras en espacios ruteros de ellos y sus directos, a la par que les veía crecer como grupo. He visto días de grandes recintos, de festivales, de círculos de piedras y de sudorosas y maravillosas salas (cuando llevaba quince o veinte, deje de contar cuantas veces iban). Y como cualquiera en su sano juicio, me enamore del grupo al instante y no recuerdo muy bien cuantos discos suyos tengo en casa. ¿Pero esto?… Esto no. Nunca lo pensé. Un panegírico porque echan el cerrojo. Me sorprende la entereza de la banda que plantea la cosa a doble jornada, con y sin electricidad (luego se vio que no), en dos locales diferentes.

La primera, en una de las salas mas prolíficas de la ciudad, calca el doble cartel de hace unos meses en el que vuelven a compartir vecindario con el gran Surfer Joe. Me llama la atención que nadie en el grupo parece triste ni preocupado. No hay dramatismos ni tonterías. Simplemente ocurre. Y cuando salen a por ello con dos guiños al primer album, «Surfferin´» y «Rules Of The Game», delante de un sala  que les adora, no parece que nada vaya a pasar, por que todo esta allí. De Morricone a Link Wray, pasando por Los Lobos, y sin temor a parar en el camino. Y las canciones. Si, las canciones. Dividen el protagonismo del set-list entre los dos discos, y tras el arranque se pulen si dudar «La Muerte», «Ellipsis» y «Middle-east Hell». Me gusta especialmente «Get It On»  con Greymare mandando, y la tremenda «Cowraline» que Grace Lamb borda cantándola con rabia. Cuando empalman seguidas «Fire», «Oh My God» con el personal bailando sin dudar, y la emblematica «Sheep´s Shit» (que, sencillamente, ya forma parte de la banda sonora de nuestras vidas) con Chuky al borde del abismo asomado a la olla, tocando en maestro su guitarra, me entra el pánico. Aquello se acaba. Hay tiempo para «My Body Is A Rent»y la obligada «All I Wanna», que cantamos todos.

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Para el segundo asalto elijen uno de los actuales espacios imprescindibles de la escena, y se olvidan las acústicas en casa. Ni idea de si, pobre, se molestó alguien. Nos recetan cuatro temas seguidos de “Surfferin´” (abren con “Cows and Horses” y me pillan desprevenido) y ya estamos de nuevo a por ello. Como en la anterior, no dan señales de desgaste sentimental de ningún tipo. Prescinden de ningún tipo de discurso lacrimógeno, la verdad es que tampoco lo esperaba, y lo plantean como uno mas. Cambian el orden del set list y añaden la muy difícil de ver en directo “Heartbeast y, como a lo largo de toda la tarde, planea un sabor amargo por el personal que no les falla de nuevo. Cuando llega “My Body Is A Rent” para cerrar, no admiten ningún bis, me asalta una sensación de vacío. Todos estos años riéndome de lo de terminar una época, y al final me tengo que tragar mis palabras. Pero eso no significa que me guste. Me voy con la cabeza gacha y lloriqueando por las esquinas.

 

Texto: Paco Jiménez

Fotos: Javier Queizán

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