‘Quería sorprender a mis fans con este disco, este es mi regalo para vosotros por apoyarme durante todos estos años’. Con estas palabras en una carta abierta a sus seguidores definía Casey Crescenzo el motivo principal de este ‘Live’, un directo que recopila tomas grabadas durante su gira de 2013, acompañados por un cuarteto de cuerda.
Crescenzo es, digámoslo ya para aquellos que no lo conozcan, un puñetero genio. Atesora todos los tics que definen una personalidad genial, esto es talento, creatividad , inseguridad y un carácter en extremo sensible, introvertido y perfeccionista. Un rápido vistazo a su trabajo como The Dear Hunter no deja lugar a dudas: un proyecto de seis discos -tres ya publicados, el cuarto en ciernes- contando el nacimiento, la vida y la muerte de un personaje (el propio the dear hunter) escrito y musicado con una sensibilidad y una inspiración, por el momento, sobrecogedoras.
Sin olvidar, por otro lado, su obra de 2011, ‘The Color Spectrum’, un proyecto de nueve eps inspirados en los colores básicos de la paleta (editado asimismo en versión reducida en un sólo cd) ni tampoco ‘Migrant’ (2013), su único álbum no conceptual hasta la fecha. Un tipo especial, vamos.
Poco aficionado a las relaciones sociales, no digamos ya a la interacción artista-público en directo, los años han ido suavizando un tanto esa fobia. Y un ejemplo de ello es este ‘Live’, una perfecta, sencilla puerta de entrada a su muy particular universo. Diez temas de su repertorio, picando aquí y allá entre toda su discografía, ofreciéndola revisada y mejorada con una banda detrás que aspira al notable alto y con esas cuerdas que entran cuando toca y callan cuando deben.
Una muestra ejemplar de cómo usar la instrumentación clásica para realzar las propias composiciones, vistiéndolas pero evitando taparlas. De ese modo la particular mezcla de estilos de The Dear Hunter, ese magnífico cóctel de base progresiva y aderezos post-muchas-cosas (del indie de manual al folk experimental, del hardcore ralentizado al pop de sustrato barroco), se muestra en todo su melodramático esplendor, con el músico de Providence llevando la batuta con autoridad, cantando como nunca y proyectando la imagen de un artista y de una banda tan insólita como reivindicable.
Eloy Pérez