Quién lo iba a decir: detrás de una nube de psicodelia y toneladas de capas concéntricas aparece una encantadora pareja vegetariana, de trato exquisito y suaves formas. El dúo formado por Ripley Jonson y Sanae Yamada no dice ni pío cuando se sube a un escenario; al calor del fogón de una sociedad gastronómica, en cambio, se muestran sorprendentemente cercanos y afables. Cenaron pimientos de Gernika, pasta, setas (de las normales) y queso Idiazabal en la Parte Vieja donostiarras. Son muy agradecidos y moderadamente habladores.
En directo la cosa cambia. Y mucho. Pero que nadie se equivoque: esto no es una crítica, no es un reproche. Cuando Moon Duo se pone el mono de trabajo y enciende sus guitarras, teclados y ordenadores, el mundo se transforma radicalmente. El nuestro y el de ellos. Su propuesta visual y musical te deja tan satisfecho, es tan apabullante, que sobran las palabras vacías, los convencionalismos baratos, los holas y adioses. Música y punto.
Las canciones -en su mayoría largos y arrebatadores pasajes instrumentales, montañas rusas de ruido calculado, distorsión y melodía- y las maravillosas proyecciones geométricas hablan por ellos y también por su batería, un larguirucho e incansable metrónomo humano que se incorporó a la banda durante la grabación de “Shadow of The Sun”. Con el guapo John Jeffrey -que lleva ya un tiempo acompañándoles en directo- han ganado punch, no hay duda. Moon Duo es ahora un grupo más robusto y compacto.
En las primeras filas de un Dabadaba que mostró un estupendo aspecto para ser domingo -entraron unas 200 personas, tres cuartas partes del aforo- el público se contagió de un show lisérgico y adictivo. Las visuales subían por las paredes y llegaban al techo encerrándote en un cuarto triposo. Más atrás el ambiente era otro, pero la complicada acústica de la sala dio una tregua y se pudo disfrutar de un gran concierto. A este paso, el de Wooden Shijps va a resultar siendo el proyecto paralelo.
Texto: Jon Pagola
Foto: Irene Mariscal