Habría que preguntarle directamente a él para corroborarlo, pero estoy convencido de que por casa de Ryley Walker ha pasado más de un disco de John Renbourn, Bert Jansch, Nick Drake, Davy Graham, Loudest Whisper y en general todo el psych-folk británico de los sesenta y setenta. No recuerdo ahora mismo un artista actual cuya música le deba tanto a ese sonido mezclado con blues, jazz y psicodelia. Y mucho menos, un artista nacido en el Medio Oeste americano.
‘Primrose Green’, segundo disco del de Chicago, es un perfecto ejercicio de estilo, pero facturado con la suficiente destreza y personalidad como para soslayar la etiqueta revivalista. Walker pese a su juventud domina el fingerpicking con una soltura y elegancia que le acerca a nombres ya consagrados. Vale, no es ni tiene la técnica de Nick Drake, pero pinta a alumno aventajado.
Con la excepción de ‘On The Banks Of The Old Kishwaukee’, tal vez la única canción en que puede advertirse el origen americano de Walker y que suena más actual que los otros temas (tampoco demasiado), el resto -desde el inicial título homónimo, pasando por la lisérgica ‘Summer Dress’hasta esa ‘The High Road’ que podría camuflarse sin problemas entre los cortes de ‘Five Leaves Left’- es un magnífico compendio de un tipo de música que uno creía que ya no se hacía. Un compendio actualizado, puesto al día a base de talento y canciones de notable alto.
Como un moderno yanki en la Corte del ReyArturo, Walker es desde luego un tipo fuera de su tiempo, al menos en lo que a su guitarra y sus canciones se refiere, y nadie interesado en el acid folk de la Inglaterra de finales de los sesenta debería dejar de darle algunas escuchas a este ‘Primrose Green’. Un término, por cierto, que hace referencia a un cocktail de whisky y semillas de morning glory, conocidas por tener ciertas propiedades alucinatorias, y que por lo que dicen te deja de lo más estupendo.
Un título adecuado, pues, para uno de los discos más interesantes en lo que llevamos de año.
Eloy Pérez