Publicamos íntegramente la entrevista que Xavier Valiño les ha hecho para el número de papel de Ruta 66 de noviembre 2014, ahora en kioskos, y que por extensión quedaron preguntas fuera.
Empecemos por el final. Si se les pregunta a Los Hermanos Dalton si están aquí para quedarse, si hay nueva vida en el grupo tras su flamante disco, Revolución, ellos lo tienen claro. “Sí que la hay. Somos un grupo que en realidad nunca nos fuimos ni tampoco hicimos una despedida. Es verdad que hemos estado totalmente parados durante años, pero la idea del final no estaba en nuestras cabezas. Faltaba la chispa que prendiera la mecha, y eso llegó cuando sacamos Esperando una señal. Desde entonces la bola ha ido creciendo y, por lo que se ve, aún tiene que crecer más”.
Algunos saben lo que ha pasado, otros lo ignoran. Lo cierto es que han pasado doce años desde la última vez que entraron en un estudio para grabar un álbum, pero el grupo nunca dejó de existir ni de editar canciones o dar conciertos. Sí es cierto que tras la negativa de su primer sello a editar su disco Esperando una señal en 2002, su exposición pública bajó muchos enteros.
Tuvieron que pasar siete años hasta que ellos mismos lo recuperaran, dándole continuidad en el 2009 con Sin moverte del sillón, una revisión desenchufada de sus grandes canciones. Desde entonces han ido regalando alguna que otra canción suelta, hasta llegar hasta este 2014 en el que reaparecen a lo grande, como siempre debió haber sido, con su séptimo disco.
Quien esté acostumbrado a seguir a un grupo por sus discos editados con sellos y distribuidos en tiendas, supongo que pensará que Los Hermanos Dalton lo habían dejado. ¿Es frustrante?
– Sí, pero era algo que nos esperábamos. Sabíamos lo que iba a pasar y que nos iba a costar mucho trabajo hacernos oír, pero decidimos tirar hacia adelante. Contando con la gente que aún se acordaba de nosotros, poco a poco fuimos contactando con el público. Fue como una de esas batallas para conquistar una ciudad, tomando casa por casa.
¿Qué se puede hacer para recuperar a aquellos seguidores que teníais en su día y os han perdido la pista?
– Nosotros nunca hemos sido un grupo de esos que solo con el boca a boca llenan pabellones. Siempre hemos necesitado una promoción para que nuestra música llegue a la gente. Aunque nunca hemos tenido una campaña muy agresiva, conseguimos nuestro público. Después de tantos años, hemos reencontrado a muchos de ellos. Gracias a las redes sociales y al correo electrónico estamos en contacto. Como cuando respondíamos y enviábamos nuestras cartas escritas con nuestro puño y letra. Ahora con la ayuda de una compañía discográfica tenemos más posibilidades de encontrar a los que nos faltan y de hacer nuevos Daltónicos.
Supongo que el punto de inflexión llegó cuando DRO se negó a editar Esperando una señal y, siete años después, lo editasteis vosotros. ¿Cómo se ve hoy, doce años después, todo aquel lío?
– Ahí sí que nos sentimos frustrados. Fueron muchas horas de trabajo y mucho tiempo esperando. Incluso animados por ellos (DRO), que nos decían que las canciones eran geniales y que esta vez era la buena, que el equipo humano que iba a trabajar en el disco era de la primera división de la época: manager, productor, estudio, etc. Poco tiempo después, todo se fue evaporando hasta que nos dijeron que no iba a salir. A eso le siguieron un par de proposiciones de otras compañías que al final se quedaron en nada. La frustración se transformó en ánimo y empezamos a trabajar para que esas canciones en las que creíamos salieran a la luz.
Al disco, editado en 2009, le disteis continuidad con Sin moverte del sillón. ¿Cómo fue acogida esta reinterpretación en acústico de vuestras canciones? ¿Os llamaron para dar más conciertos como ese?
– Estuvimos tocando en varias ciudades con ese formato aunque la respuesta del público era un poco agridulce. Por una parte, la gente reconocía que era un acústico especial y que les gustaba pero, por otra, la añoranza de la electricidad se notaba en los que iban a los conciertos y en los que no iban. Nosotros por nuestra parte lo pasamos muy bien, nos sentíamos cómodos y aprendimos mucho. Pero llegó un momento en que volvió a apetecernos pegar guitarrazos eléctricos y volvimos a las andadas. No sin antes dejarlo grabado para la posteridad, por si acaso nunca volvíamos a hacerlo.
¿Fue costoso embarcarse en estas autoediciones? ¿Supone mucho esfuerzo y sacrificio?
– Hoy en día no es tan caro como antes hacer unas copias de CD. Además, nosotros tenemos nuestro estudio y eso supone un ahorro importante. También guardamos amigos y contactos del mundo de la música que se acuerdan de nosotros y nos meten en revistas, radio, etc… El problema es que tienes un tope, tanto de ventas como de actuaciones en directo, ahí es donde el trabajo es más duro. Por ejemplo, al intentar tocar en festivales: si el grupo no ha sonado por todas partes, no hay mucho que hacer.
Decís que este disco supone la vuelta a un estudio después de más de doce años, aunque habéis ido dejando por el camino alguna que otra canción navideña y regalos para los fans, así que no es del todo así, ¿no? ¿Cuáles fueron estas canciones para el que no haya estado pendiente?
– Todas las Navidades hacemos una especie de villancico para felicitar y dar las gracias a la gente que de una u otra manera ha seguido colaborando con nosotros. Cada vez vamos aprendiendo y lo vamos haciendo mejor, así que ya hay que ir empezando con la de este año. Los regalos venían con temas que se quedaron fuera de Esperando una señal. Para ese disco hicimos más de 25 canciones. También hubo una aproximación a la música de televisión que terminó en nada. Una cabecera para una serie que se llamó Supervillanos, que al final nunca se proyectó en televisión, y una sintonía para un programa de televisión que se llamó El video del millón de euros, de los primeros de La Sexta, que se retiró al mes del estreno por falta de audiencia…
Wild Punk parece el sello perfecto para vosotros. Ahora que se ve tan evidente, ¿cómo es que no habéis coincidido antes?
– Cuando terminamos con DRO, estuvimos un tiempo esperando que se decidieran un par de sellos discográficos, que lo único que consiguieron fue hacernos perder el tiempo. Así que como teníamos las fuerzas y el equipo nos decidimos a empezar la carrera nosotros solos. Justo cuando íbamos a mandar a fábrica este disco nuevo, un cruce de mensajes con ellos nos hizo cambiar de opinión.
Este nuevo disco muestra un espíritu combativo en las letras, algo que el título del álbum, Revolución, confirmaría. ¿Es así?
– Para nosotros la música tiene un poco de las dos cosas, diversión y compromiso. En este disco andan también juntas. Hay canciones que hablan de revoluciones pero también hay sitio para la diversión. Tampoco queremos olvidar esa parte, la optimista, la que te hace bailar en un concierto. Incluso puede que haya algún mensaje combativo en una letra que de primeras te puede parecer lo contrario.
Se os ve pintando en la pared, de grafiteros (“grafitis que hablen de rebelión”, decís en un tema). ¿Estáis más cabreados con lo que ocurre alrededor?
– Lo que está pasando ahora es muy grave, pero lo peor es que lleva pasando toda la vida y no hacemos nada, o hacemos muy poco. Ahora nos estamos dando cuenta de cosas que han sucedido desde hace décadas y nadie pone remedio para que no vuelvan a pasar. Sobre todo porque a muchos les conviene que nada cambie.
Curioso que la última frase sea “Quisiera poder ver al político decir la verdad”. ¿Debe un grupo tomar partido ante lo que está sucediendo?
– Para nosotros sí. Aunque respetamos tanto al que hace su queja más latente como al que lo ignora y sigue su camino. Muchas revoluciones han empezado o han sido potenciadas por los músicos, así que para nosotros es al menos una válvula de escape y un intento de decirle a los que nos escuchan que no están solos en su indignación ante tanta mentira.
Cada canción se asocia con una pauta para la revolución. ¿De quién fue la idea y quién la llevó a cabo?
– La idea fue de Jesús, el batería, aunque al final terminó un poco distinta de lo que él esperaba. Se trataba de hacer un resumen de cada canción en una pequeña frase que a la vez se identificara con un compromiso para cambiarlo todo. Como se nos hacía un poco difícil, recurrimos a M. Carmen Orcero, parte de la familia política a la que se le da muy bien eso de escribir pues ya tiene un par de novelas publicadas. Para nosotros esas pautas son las bases que debemos defender y bajo ningún concepto debemos dejar que nos roben. No estamos descubriendo nada, son cosas tan básicas como cultura o la educación.
Las personas de la imagen de portada y contraportada y del libreto del CD, ¿son familiares? ¿Son los mismos chavales del video de “Se acabó la fiesta”?
– Son los Niños Dalton. Son nuestros hijos y sobrinos, los que salen en el libreto, los que salen en el videoclip “Se acabó la fiesta” y los que cantan todas las Navidades en el villancico. Sabemos que son mejores actores que nosotros y nos aprovechamos de ello. Lo que pretendemos es que se diviertan y que tengan un bonito recuerdo cuando sean mayores.
¿Su grito se puede interpretar como un “No aguanto más”, algo liberador y catártico?
– Los niños son el futuro y no debemos dejar que les quiten lo que nos ha costado tanto conseguir. Por lo que estamos viendo, cada día se pierden derechos y ellos son los que lo van a sufrir, así que hemos intentado que su grito se escuche por todas partes.
En algunas canciones se intuye la esperanza en la unión de todos los puteados, especialmente en “Se acabó la fiesta”. ¿Por dónde llega ese rayo de esperanza?
– La esperanza viene de ahí, de que nos unamos todos para cambiar las cosas. El problema es que hay que empezar por uno mismo y por nuestro entorno, y a veces es más cómodo pensar que al final todo saldrá bien y que si va todo a peor uno no puede hacer nada. Está demostrado que quejarse funciona y hay que pensar en el futuro. Si no lo hacemos nosotros, las cosas no van a mejorar.
Por cierto, esta canción tiene algunos versos de Lorca. Vosotros lo reconocéis…
– Hemos tardado mucho en hacerle un homenaje al poeta. Para nosotros es importante decir que esos versos son de Federico y es un orgullo contarlo.
Ya puestos, ¿seríais capaces de reconocer alguna canción vuestra muy inspirada por otra ajena? ¿Cuál?
– Todas nuestras canciones están inspiradas por otras, seguro. No creo que la originalidad sea nuestro fuerte. Sin embargo, no intentamos copiar, intentamos llevarnos a nuestro terreno el mensaje de una banda, un disco o una canción. Hemos sido un grupo que ha hecho muchas versiones y eso nos ha servido para aprender. En este disco están Neil Young, Teenage Fanclub, Fountains of Wayne, The Records, Weezer, etc… No lo podemos evitar.
Durante estos años, ¿habéis visto vuestra influencia en otros grupos o bandas que se muevan en coordenadas similares?
– Algún grupo que anda por ahí nos ha confesado su gusto por Los Hermanos, pero no se les nota mucho. Al menos en grupos que se escuchan a nivel nacional. Sí creo que hemos dejado un poco de nuestra fórmula a algún que otro grupo a nivel local o provincial, cosa que es normal. Hemos sido uno de los pocos grupos, y casi de los primeros, en salir de la provincia, y eso a los chavales que empiezan les motiva.
Después de casi 25 años, y con lo que habéis pasado, ¿cómo se mantiene el interés, la pasión, la frescura?
– Cuando la música te pilla, es imposible deshacerte de ella .Todo este tiempo hemos estado aguantando las ganas y eso tenía que salir por algún lado. Por otra parte, en este disco no ha habido maquetas. O quizás habría que decir que lo que ha salido editado son las maquetas. A lo mejor eso ha sido la clave para que se mantenga esa frescura de la primera vez que se tocan las canciones, cosa que algunas veces se pierde al regrabarlas una y otra vez. Inconscientemente te vas aburriendo de escucharlas y le vas metiendo arreglos e instrumentos. De esta manera no te da tiempo a pensar. Es un método un poco menos perfeccionista pero muy efectivo si lo que quieres es un sonido directo y fresco.
Y por otro lado, ¿cómo se evita la repetición, la desidia, el desaliento? ¿Hay algo que sea necesario ignorar, como la pericia con los instrumentos, en el estudio de grabación…?
– En la música pasa como en la vida, sólo nos acordamos de los buenos momentos, los malos se quedan atrás y se olvidan. Un buen concierto, una buena crítica o recibir un correo electrónico hace que los malos momentos se difuminen y se pierdan. Además cada concierto, cada grabación, cada viaje son distintos y empezar con un disco nuevo es como empezar de cero. En cuanto a la pericia con los instrumentos y en el estudio, sí que es verdad que hay que ignorar todo lo que sobra dependiendo de la canción, pero es necesario no dejar nunca de aprender para tener las ideas claras y ver perfectamente a dónde quieres llegar.
¿Qué satisfacciones esperáis aún de la música, qué os queda por hacer (“con todo lo que queda por hacer”, “lo mejor tiene que llegar”, decís en otro tema)?
– Nos conformamos con hacer lo que estamos haciendo. Sacando discos y tocando. Y algo que sí estaría bien, aunque tenemos nuestro público, sería captar nuevo público y ampliar las filas Daltónicas. Quizás es lo más difícil para nosotros, pero nunca se sabe.
Para finalizar, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de este tiempo en la música o la que ahora recordáis y nos podéis contar?
– Aunque hay muchas anécdotas, hay una que muestra la realidad del mercado musical que, aunque ocurrió hace bastante tiempo, sigue estando igual. A las ruedas de prensa que nos organizaba DRO siempre venía la gente de los medios más alternativos, desde los chavales de un fanzine que venían con su pequeña grabadora de cinta al periodista curtido que se aviaba con** un boli y un pequeño cuaderno. No nos engañemos, tampoco eran multitudinarias. Pero ese día en una sala de un hotel de Sevilla nos encontramos con la sorpresa de que la sala estaba llena, incluidas varias cámaras de televisión. Al sentarnos mirando hacia ellos ponían caras extrañas, como si faltara algo o alguien por llegar. Cuando estamos todos colocados, uno de los cámaras levanta la mano y pregunta: “¿Vosotros sois La Oreja?” Nosotros no teníamos ni idea de lo que estaba hablando y contestamos con otra pregunta: “¿Qué Oreja?” A lo que el cámara respondió: “La Oreja de Van Gogh”. Era la primera vez que escuchábamos ese nombre y dijimos que no, que nosotros éramos Los Hermanos Dalton. José Antonio Gómez, que era el que nos llevaba, sí sabía de qué se trataba y les dijo a los periodistas que La Oreja de Van Gogh tenían la rueda de prensa media hora más tarde. Todos los cámaras y la mayoría de los periodistas abandonaron la sala murmurando y sin decir adiós. Creo que eso dice mucho del interés de la prensa comercial por la música. No se quedó ni uno, ni por curiosidad.
Texto: Xavier Valiño