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Quédate a mi lado: homenaje a Germán Coppini

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Sabado 31 Mayo 2014. Sala Arena, Madrid.

Una tarde primaveral, a mis dieciséis anualidades, conforme cursaba tercero de BUP, escuché en el autobús de vuelta a casa, una mágica canción que me impactó y cuyo estribillo decía: “malos tiempos para la lírica”. Al día siguiente me propuse preguntar en clase a un par de guays posmodernos –servidor pertenecía al núcleo duro del rock sinfónico y el hard setentero, gracias al influjo de “los mayores” del barrio- por referida tonada. El dúo me conminó a comprarme o grabarme en cassette, todos los ítems de las dos páginas que el BID (boletín informativo discoplay) titulaba como “independientes” (españoles) y dejar en barbecho el influjo de José Luis Martín Frías y Bertha M. Yebra. Hice caso, y me impactó sobremanera aquel cántabro que aullaba en el LP “Cuando se come aquí” y el single “Sexo chungo/Me pica un huevo” y fascinaba con sus historias e inolvidable voz en “Golpes Bajos”, “A santa compaña” y “Devocionario”. Ni recuerdo las veces que me apropié indebidamente de la letra de “A santa compaña” para epatar a las damas allá por los eighties. El cuarteto vigués fue una rara avis: treinta años después, las cajas de ritmo, los bajos y baterías ochenteros no empujan para atrás como muchos de sus coetáneos. Eso que tras seguir una férrea línea routier durante tres décadas, deberías abominar de ello, y nada, extrañamente embruja como entonces.

Y el happening musical se abrió con una enternecedora dedicatoria del presentador de la gala, Jose Luis Alvarez (legendario periodista musical, director en los sesenta de la revista Fonorama, inductor para que the Beatles tocaran en Madrid y Barcelona en el 65 y propietario del sello discográfico El Cocodrilo), para dar paso de inmediato a un video realizado por Soledad Rebollo y con embriagador recitado de Elvira Reig (mujer de Germán). Huelga decir que los nudos en las gargantas se apoderaron de todos los allí presentes.

Para desatascar la tristeza, Nectar (la banda malacitana involucrada en el último proyecto del juglar cuasivigués) irrumpió muy rock and roll animal con “Ninguna señal” y “Tiempo de perder”. Consiguiendo reorientar al respetable, dieron paso a Paco Clavel, que en plan reina glam, con serpiente al cuello con los colores de la bandera republicana, interpretó el corrido “Contrabando y Traición” que ya perpetrara con Germán en aquel lejano “duets” del 94.

Victor Coyote -con Pablo Novoa como escudero de gran clase- bordó con elegancia “Alien Divino”. Este señor ha ganado con la edad, es como el buen vino –valga el tópico-.

Ramoncín –que aparenta un chaval- arengó a la audiencia a seguir el ejemplo de amor y respeto que cursaba en vida el poeta fallecido. Transitó por la senda americanista -que tanto le gusta- en el “Vamos por el ancho camino” que compusiera el finado. El ilustre power trio de apoyo en toda la velada: Tino di Geraldo a los parches, Fernando Martín a la guitarra y Armando Martinez al bajo, lució aquí a lo E Street Band patria.

Javier Andreu inició la recuperación de Siniestro Total con “(Aunque esté en el frenopático) te tiraré del ático” y “Me pica un huevo”, llevándolas dignamente por un terreno propio de rock fronterizo y no punk pop como en origen.

Tomasito y Manolo Tena, silvestres alicates, demostraron ser los mejores mendas para irse de rumba sine die. Sus respectivas interpretaciones de “Fandangos de Coppini” y “Fiesta de los maniquíes” por seguro que revientan el youtube. ¡Vaya par de gachos azalvajaos!.

La reivindicación del German punk vino con un pletórico Manolo Uvi, provocando el pogo en primeras filas según mugía el “Ayatolah” y ese himno oculto que es “Purdey”.

Las notas más disidentes en lo musical las pusieron Santi Rex (niños del Brasil) junto a Edu Mecanismo, Rafa Chail, y sobre todo, Digital 21 con una magna e hipnótica deconstrucción electronica del “No mires a los ojos de la gente” conforme se proyectaba un video con imágenes de edificios destruyéndose tras de él.

Julio Castejón y Jorge Banegas de Asfalto, reivindicando la unión de generaciones, recrearon muy en su proto rock urbano, el “Cena recalentada” circa 1998 (inferior a la original del primer mini LP). De Diego fue por parecidos derroteros, pero más yanquis, en el segundo “No mires a los ojos de la gente”.

“Saber vivir es ir hacia la muerte alegre, despreocupado, como si fueses a la muerte de otro” sentenció Jorge Ilegal antes de acometer a lo Zappa un “Colecciono moscas” que parece haberse hecho para él. El Dorian Grey astur mantiene una forma que ni el famoso tenista balear.

Teo Cardalda, loando como nadie a su compañero del alma, entregó el momento más mágico y conmovedor de la noche con la interpretación solo al piano de la eterna “Tendré que salir algún día”. Cinco minutos muy muy especiales que concitaron el escalofrío colectivo.

Acto seguido, se personó el ciclón galego de Miguel Costas, que con un deslumbrante y sorprendente poderío rockanroller, consiguió no permaneciese ni una sola lágrima en la abarrotada discotheque capitalina. “Todos los ahorcados mueren empalmados” “Assumpta” y “Bailaré sobre tu tumba” desencadenaron el jolgorio popular y la fractura de gargantas.

Un comunal “Malos tiempos para la lírica” -con Teo de conductor de camarilla-, cerró un turbador y vibrante homenaje a un ser humano –cuentan- excepcional; un ser humano que siempre peleó por conseguir abrir las grandes alamedas por donde pase el hombre libre cubierto por la bandera republicana de la igualdad y la democracia efectiva.

REDACTOR: AITOR BAKAIKOA

FOTOS: ALMUDENA FERNÁNDEZ

 

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3 Comments

  1. Vamos Por Ancho Camino es una canción de Victor Jara, de hecho todo el disco América Herida es de versiones.

  2. «Por las grandes alamedas» que conducen al totalitarismo caníbal que disfrutan Cuba, Venezuela o Corea del Norte. Muy repubilcano todo, sí señor.
    Qué puñetera manía de blanquear lo más negro que sigue pasando en el mundo.
    Aquí si eres del mundo de la «cultura» solo te puedes manifestar si eres «muy de izquierdas», el mismo basura mantra de siempre
    PD: y no, «el vino no mejora con la edad». Depende del vino y de cuánto tiempo. El vino es un ser vivo realmente. Al final acaba muriendo.

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