Llegué hasta Dreams Are Gone, su primer disco, gracias al aviso de un compañero de esta redacción. Sabía de las andanzas del toledano por su actividad en diferentes bandas, el éxito de Sunday Drivers y colaboraciones con artistas como Quique González o M Clan pero, la verdad, no esperaba encontrarme con un álbum tan cercano a mis gustos musicales. Interesante sorpresa que no ha hecho más que aumentar, si cabe, con un admirable segundo paso, el todavía calentito One Way Ticket To Saturn. Grabación que presentó, auspiciado por esta publicación, en el club barcelonés. El espíritu negroide que transpiran sus canciones en el estudio se hizo sudor encima de las tablas en un concierto que certificó su pertenencia al club de los elegidos. De los que, coloquialmente, solemos calificar como los que lo tienen. Apoyado por una banda excelente que rockeaba duro cuando era menester e hilaba seda en los tiempos más lentos Julián alternó teclado y guitara con soltura dejando impronta de su habilidad instrumental pero, sobre todo, de su magnífica garganta. Cantó de maravilla durante todo el tiempo, modulando con expresividad y fuerza y dibujando calurosos matices en las sentidas baladas. Pigmentos de funk, blues, soul sureño, jazz y rocanrol gotean con facilidad componiendo una paleta de colores de notable calidad que, mucho me temo, quedará como disfrute de unos pocos en este país más predispuesto a apreciar la espuma que la esencia. Espero que no desfallezca. Lo suyo es oro de dieciocho quilates.
Manel Celeiro
Foto Rocksound: Cristina Garrote