Aprovechamos el paseo de Sir Richard Bishop por la península [en concierto el 13 de mayo en el Heliogábal, en Barcelona y el 14 de mayo en Siroco, en Madrid] para charlar con él sobre su presente musical, sus diferentes pasados y esas fastidiosas etiquetas que obsesionan a la gente.
En 1998 el señor Bishop, por entonces en la cúspide de lo bizarro con la banda Sun City Girls (junto a su hermano Alan), editó su primer álbum en solitario, el simpáticamente nombrado “Salvador Kali”. Un amasijo de piezas aflamencadas, hipnóticos ragas y otras exploraciones a la guitarra. Aunque el disco fue editado por Revenant Records, la flamante y peculiar nueva discográfica de John Fahey, Bishop sólo coincidió presencialmente con el por entonces ya desintegrado y alcoholizado guitarrista en una única ocasión. Según cuenta la Historia, uno de esos Mitos y Leyendas del Oeste Azul, poco después de la publicación del álbum Bishop se acercó a un ebrio Fahey en la barra de un garito en Seattle donde el veterano instrumentalista acababa de tocar. Tras presentarse como Sir Richard Bishop, Fahey permaneció callado unos segundos antes de constatar: “Tocas como el diablo.” Y hasta ahí llegó el diálogo: Bishop no quiso “estropearlo” con más conversación. Han pasado dieciocho años, y desde entonces ha sobrevivido la muerte de un amigo, el final de su principal proyecto musical y millares de cuerdas diabólicamente rotas encima de los escenarios. Si bien nunca se ha interesado por el finger-picking faheyano, se ha instaurado como digno sucesor a la guitarra, construyendo un catálogo de más de veinte discos donde recorre los pasadizos ocultos de lo místico, lo exótico y lo verdadero. “Mi principal motivación es continuar trabajando y encontrar nuevas formas de enfocar la guitarra. Es complicado a veces, pero de nada sirve no intentarlo.”, admite. “Hay más cosas que hacer – música, películas, viajes, escribir, lo que sea. Siempre miro hacia delante. No sé hacia dónde voy, pero así es como debe ser.”
La hipóstasis es la substancia subyacente, la existencia compartida entre las entidades corporal y espiritual. Hypostasis es el título que recibe la más reciente composición de Bishop. “Mi intención era concentrarme en hacer una única “pieza” larga para el disco y así acabó siendo, aunque la partí en tres partes. También quería que fuera algo improvisado. Todo bastante simple.” La pieza, de más de media hora de duración, empieza misteriosa, muta hacia la contemplación y finalmente estalla en corrientes de sádico guitarreo en su cierre. “Los tres fragmentos, aunque separados, forman una progresión natural, y forman juntos un sentido. Lo diseñé para que fuera escuchado de principio a final, de una sentada.” Es la primera obra de Bishop para VDSQ, híper-pulcra y sibarita discográfica que edita únicamente LPs de guitarra acústica en solitario. “Hacía años que estaba en contacto con su director, Steve Lowenthal, aunque no fue hasta el año pasado que tuve tiempo de organizar algo. Hace tiempo que no hacía algo puramente acústico así que sentí que ahora era el momento.” Bishop comparte alineación con Thurston Moore y Chris Brokaw, entre otros.
Los últimos meses han sido frenéticos para Bishop, quien confiesa que ya apenas se “esfuerza para escuchar música. Paso la mayor parte del tiempo trabajando y concentrándome únicamente en mi propio material. Sonará extraño, quizás incluso egoísta, pero realmente me ayuda a centrarme en crear cosas sin distracciones ni influencias. No puedo imaginármelo de otra manera, llegados a este punto. Se lo recomiendo a cualquier músico en activo.” Acaba de lanzar el EP Road to Siam y ha editado un álbum split con su hermano Alan Bishop (cuyo nombre artístico es Alvarius B), bajo el agresivo e intraducible título de If you don’t like it… DON’T! “Es de hecho algo que mi padre solía decir en sus épocas de mucho beber”, comenta Bishop, “en relación a lo que fuera de lo que se quejaba en ese momento. Tenía muchísimas frases así que hemos recuperado a lo largo de los años, como por ejemplo You boys hate me? FINE! o If it blows up, Park it!” Esta última daría título a una de las muchas cintas de vídeo que editaron los Sun City Girls. “Si no te gusta… es también una frase que podría ser fácilmente aplicada al público de SCG en los primeros tiempos (incluso en los posteriores)”, admite, “aunque nunca tuvimos que pronunciarla. No era preciso aclararlo, que digamos.” Desde que la banda Sun City Girls dejó de existir, los hermanos han seguido sus separados caminos. “Nos llevamos bastante bien. Hemos hablado a veces sobre colaborar de nuevo y sacar nuevo material. De hecho lo considerábamos justo ayer, pues estamos ambos en El Cairo.” Los hermanos tienen programado un concierto de Brothers Unconnected, proyecto en directo donde, en homenaje al misterioso batería de los SCG, Charles Gocher, fallecido en 2007, recuperan, con dos guitarras, algunos de los temas más emblemáticos extraídos de sus docenas de discos. “Es cuestión de encontrar un poco de tiempo y crear música. Parece que ambos viajamos sin cesar y no hemos podido solidificar nada. Pero sucederá, en algún momento.”
Siguiendo la tradición SCG de editar más música de la que el público tiene tiempo material para escuchar (a finales de los ochenta sacaron una veintena de casetes y después mantuvieron el ritmo, defecando una media de tres discos al año), Bishop lanzó cuatro lanzamientos digitales a finales del año pasado, como queriendo atragantar a sus oyentes. “El material que los compone son cosillas que tenía tiradas por los archivos y no había utilizado hasta ahora. Algunas son trabajos recientes aunque la mayoría se remontan años atrás.” Estilísticamente diversa, la carne reorganizada contiene momentos de mareante reiteración (la droneante “Nile”, de treinta minutos, su faceta más extrema) y piezas de ambient peculiares (“Be Seeing You” o “Duckbill Gamelan”). “Abarcan un montón de géneros; acústico, eléctrico, bandas sonoras, electrónica, abstracción, trabajos de encargo, etc. Sabía que iba a sacar una digna cantidad de material nuevo este año, así que quería vaciar y limpiar un poco el archivo para no tener que ir volviendo y rescatando cosas.” Por supuesto, aún le quedan más sonidos en polvorientas carpetas. “Éstas son las pistas que tenían una calidad de audio aceptable y quería sacarlas a la atmosfera. Estaba demasiado ocupado (es decir, me daba pereza) hacer CD-Rs así que me decanté por la edición digital.”
El catálogo de Bishop puede accederse y escucharse libremente en su web: sin registrarse, sin pagar, sin memeces. Una opción arriesgada, aunque realista, que lo pone en contraste con otros artistas más lastimeros. “¡No hay nada peor que un músico quejita!” asevera Bishop. “Mi opinión sobre el streaming gratuito es simple: la idea es que la música sea escuchada. Me gustaría que la gente tuviera esa oportunidad; no todos compraran algo solamente para poder oírlo. Se lo bajarán gratis. A estas alturas nadie puede hacer nada al respecto, y me importa una mierda. Así que me parece genial que se pueda escuchar mi música gratuitamente. Pagarán un poco de dinero si quieren verme tocar en directo, que es una representación mucho más exacta de lo que hago musicalmente. Ahí es donde sucede la magia de verdad, donde probablemente ocurran los mejores despropósitos ¡Vale cada centavo invertido!” Este discurso de brindar fácil acceso a las gentes se contrasta con la imposibilidad de hacerse con casi la totalidad del material más antiguo (contamos hasta finales de los 90) de los Sun City Girls: nunca se ha re-editado. Circulando por eBay nos podemos topar con individuejos que venden sus casetes tempranos por cien pavos y algunos de los LPs por más de doscientos. Al preguntarle sobre la posibilidad de reimprimir, Bishop se muestra ofuscado. “Algún día, quizás, aunque ya llevamos muchos años diciendo eso. Queremos sin duda recuperar varios de los álbumes descatalogados, especialmente los tres primeros que sacamos en Placebo, además de Torch of the Mystics, Dawn of the Devi y Live from Planet Boomerang.”
Por lo general daría la sensación de que tras la desaparición del venerable señor Gocher se instauró un gris período de duelo y vacío sónico confuso: SCG eran una máquina de parir música. A veces los discos estaban rellenos de absurdeces sin pies ni cabeza, de relleno desechable, de “producto” que iba “más allá” de toda “comprensión”. En otras, emergían deliciosas melodías fantásticamente foráneas. Eran, sin duda, una de las bandas más extremas en lo que a tonalidad se refiere. Las canciones podían ser descaradamente chistosas, hilarantes; o llegar hasta elevadas cimas de transcendencia. O ambas cosas a la vez. ¿Cómo puede una canción tan nimiamente estúpida como “Soi Cowboy” llegar a ser tan emocionante? ¿O “Dreamland” (extraída de Horse Cock Phepner, serio título) ser risiblemente patética y gravemente inspiradora al mismo tiempo? ¿O “Cooking With Satan” conseguir tocarnos la fibra sensible con unas letras tan histéricas? Quizás las sensibilidades asiáticas, tan presentes en la música de SCG, no contemplen tanta separación de extremos en su arte. “No recuerdo cómo componíamos las cosas”, admite Bishop. “En su gran mayoría surgían de la improvisación. Aunque compartíamos el sentimiento de ‘todo vale’, probablemente no lo contemplábamos como tal. Tantas ideas, tantas avenidas para explorar entre los tres… No creo que tuviéramos un plan concreto, pasábamos casi todas nuestras horas de vigilia tocando música y presionándonos a seguir cualquier dirección en cualquier momento, sin pensar, sin saber dónde acabaríamos.” Llegaron a editar tanto material que resulta imposible, realmente, discernir “dónde” acabaron, por no decir en todos los rincones posibles del mundo. “Eso nos llevó a lugares distintos, convirtiéndose en algo natural. Un momento musical seriamente improvisado podía fácilmente mutar en una pieza teatrera, que podía entonces virar hacia una canción country western, después hacia algún área de psicodelia étnica, y más allá. Cuanto más tocábamos juntos, ya fuera en un escenario o en casa, más elaborábamos un método en el cual, independientemente de dónde empezáramos o donde acabáramos, todo parecía cuadrar de algún modo extraño pero coherente.” Por lo general, cada disco de Sun City Girls es una sorpresa; a veces agradable, otras fea. Desde free jazz hasta noise rock desquiciado, pasando por bromas adolescentes, drones en baja fidelidad, danzas berberas, surf vietnamita y trescientas treinta-y-tres-mil otras mierdas sónicas más allá del Rig Veda.
Cuando los Sun City Girls empezaron no tenían la más remota idea de qué monstruo acabarían creando. Este año es el treinta aniversario de la publicación de su primer LP homónimo, de 1984. Richard y Alan crecieron en alguna parte de Arizona en los años setenta, escuchando psicodelia en la radio y mamando la exótica colección de vinilos de su abuelo libanés. “Lo único que teníamos claro con SCG desde el mismo inicio es que lo haríamos todo a nuestra manera. No queríamos tener nada que ver con ninguna industria o negocio musical o nada que estuvieran haciendo otras bandas.” Coincidieron en tiempo y espacio con bandas como los Meat Puppets pero optaron por ir a su rollo completamente, si bien más tarde trazaron amistad con otras formaciones, como los similarmente inclasificables Thinking Fellers Union Local 282. “Sabíamos que nuestra música no llamaría la atención de mucha gente y nos daba igual. No nos preocupábamos por lo que los otros opinaban (sigo sin hacerlo). Es una gran forma de enfocar la creación musical o cualquier tipo de arte. Permite que todo suceda.” Este enfoque es por supuesto, de lo más independiente posible. No hace falta decir que SCG se mantuvieron ultra-eclécticos hasta el fin de sus días y que nunca se les pasó por la cabeza tratar con alguna discográfica “grande”. Cómo debió impactar una música tan esperpéntica y exótica en el Phoenix de finales de los ochenta, eso sólo podemos imaginarlo.
El marcado “orientalismo” de la música de Sun City Girls, quienes se sirven de estructuras, instrumentos, conceptos y sonoridades de las músicas del este para crear su propia apropiación, engendra un puré de influencias distintas, logrando una estrambótica mezcla de Oeste y Este, o de Estes distintos. “No considero mis propios ‘antecedentes’ como un lugar o localidad basada en dónde nací y crecí o cuál es mi herencia étnica. Eso son estorbos y pueden limitarle a uno la perspectiva. Cuando has eliminado esas limitaciones ya no importa qué tipo de música toques, interpretes o te apropies. Todo vale.” El músico es un canal de interpretación que puede ser sacudido por sensibilidades de distintas zonas del mundo – aunque SGC recibieron evidentemente acusaciones de hacer pastiche imperialista, cuales hijos bastardos deformes del Orientalismo de Edward Said. De “apropiarse” indebidamente de la cultura de otros. Al igual que Bishop, en su carrera en solitario, investiga a su propia manera los sonidos de otras partes. Evidentemente toda crítica similar le parece ridícula. “¿Quién decide, además, cual es mi precedente? No es algo que me preocupe. Intento tocar lo que escucho y lo que me suena bien, aunque la mayor parte del tiempo no sé qué voy a tocar hasta que lo he tocado.”
¿Es la obra de Sir Richard Bishop y de los Sun City Girls “música del mundo”? En una época como la actual, en la cual si uno pasea sus dedos por las estanterías así etiquetadas en corportativas tiendas de discos sólo se va a topar con basura comercial en otros idiomas, quizás sea necesario re-examinar la etiqueta y ponderar si es posible que un artista de un país occidental pueda aproximarse más a la música de otro país que los integrantes de éste, “corrompidos” por las influencias “blancas”. “No me gusta demasiado la denominación ‘músicas del mundo’”, admite, poco sorprendentemente, Bishop. “¿Qué mundo se supone que describe? Lo mismo pasa con ‘música étnica’ – ¿qué etnicidad? ¿Todas, o solamente la gente oscura? Es como que ambos términos se refieren a casi todo lo que no proviene de un país occidental. Pero sólo son palabras y ninguna de las dos descripciones dice nada de ningún tipo de música. Se aglomera todo como si fuera una única cosa. Además, la gran mayoría de música en el mundo hoy día apesta, aunque antiguamente no siempre era el caso.” Todo es lo mismo: grabaciones de rancheras se apretujan al lado de pop brasileño y tangos decimonónicos, ¿qué más da? Y quizás, apartado, podrido y solitario, algún cedé de grabaciones de taiko o de gamelan, acumulando polvo. Similar suerte correrían, de estar presentes, los discos de Sublime Frequencies, discográfica de Alan Bishop que se dedica a editar músicas grabadas a pelo, en las calles de Fez, Bali, o Bangkok.
Así como su hermano se dedica a recorrer mundo a la búsqueda de autenticidad, Sir Richard Bishop es también un viajero nato y pasa gran parte de su tiempo en otros climas y latitudes, cabañas y riachuelos, intentando captar la Tradición en su estado más puro. “Si te encuentras en pequeños pueblos aún es posible toparte con gente que interpreta su música tradicional, aunque está desapareciendo rápidamente”, se lamenta. “Una vez estás en ciudades parece, al menos los lugares que más he recorrido últimamente (Indochina e India), que los jóvenes no les interesa en absoluto su propia herencia musical. Los más viejos quizás quieran hablar sobre ello o incluso tocar instrumentos, pero las nuevas generaciones quieren formar parte del ‘mundo moderno’ y escuchan los tipos de música popular más asquerosos – dance pop enlatado de voces auto-tune y beats mierdosos, rock del montón, baladas empalagosas sobre amores perdidos y toda esa basura. Música corporativa global – música para imbéciles. Está por todos lados. ¡Está al cargo, ha ganado! Y eso ya nunca va a cambiar. Es una lástima, pero tampoco es sorpresa.” Bishop mantiene en su web el blog fotográfico Captured in Asia, donde va colgando instantáneas tomadas en sus rutas. Son, no hace falta decirlo, el acompañamiento visual perfecto a su música, especialmente la serie de discos de SCG enmarcados dentro de la colección Carnival Folklore Resurrection. Perros que lamen restos de calavera de perro, tatuados tailandeses travestis micro en mano, pinturas donde esqueletos son decapitados, gigantes de madera con lenguas quilométricas, maniquís callejeros y otras bizarradas. Bishop rememora sus pinitos de aventurero: “Exceptuando un par de viajes a Inglaterra cuando estaba en el instituto, realmente empecé a viajar en 1983, cuando pasé bastante tiempo en Egipto y Marruecos, con algunas paradas por Europa entremedio. Al ser joven fue muy inspirador – tenía poco conocimiento de las cosas por entonces, pero sembró la semilla para escapadas y estudios posteriores. Me di cuenta de que esa era la mejor educación que el dinero puede comprar. Después de ese viaje, cada tantos años me iba a algún otro lugar, normalmente en Asia.” Le resulta imposible escoger un “lugar favorito” pero India y Tailandia son los dos países que más ha visitado. “Me falta recorrer bien Suramérica y África pero mi cabeza parece haber estado envuelta por el continente asiático tantas décadas que nunca dejo de volver ahí. Podría ser difícil visitar determinados lugares en el futuro cercano considerando como de jodido está el mundo ahora mismo, así que intento hacer tanto como puedo cuanto antes posible.”
Aparte de “exótica”, la música de Bishop también podría ser considerada “esotérica”. Los espectros que levanta tienen cierta capacidad mística, evocadora. En los años noventa dedicó gran parte de su tiempo al estudio de lo oculto, y de hecho se ganaba en parte la vida comprando y revendiendo libros relacionados con lo misterioso, lo cual lo convierte en cierta autoridad en lo que a música cabalística se refiere. “Bueno, no es que sea un experto, nadie lo es”, afirma, modesto. “Sería mi opinión personal si dijera qué artistas ‘lo pillan’ – ni tan sólo sé si yo lo pillo. Yo no debo validar ningún grupo o artista –no se trata de qué piense yo, sino lo que ellos piensan.” No obstante, ha habido gran cantidad de artistas cuya principal motivación es explorar lo esotérico: bandas de folk-rock británico en los 60 y 70, componentes del neo-folk post-ochentas, u la nueva hornada de occult rock hipsteril descendiente de Black Sabbath y Coven. “En mi parecer, el secreto detrás de expresar musical y adecuadamente cualquier contenido mágico o místico es que sólo puede manifestarse como música instrumental”, reflexiona Bishop. “Todo gira entorno el crear un atmosfera, el resto ya es cosa del público, de cómo la percibe y de qué sucede en ella. Si el cantante o el líder empieza a chapurrear o recitar sobre magia, casi siempre es una causa perdida. Suenan pretenciosos y normalmente no tienen ni puta idea de lo que hablan. Refrito de frases de algún libro. Deberían callar la boca. ¡Y yo también!”
Texto: Xavier Gaillard
Foto: Mark Sullo
Xavier Gaillard