Separar el componente visual de los de Denver de su música es imposible. Las composiciones, faltaría, se aguantan por si solas pero el mundo particular que los envuelve las complementa hasta conseguir el producto final. Ya saben, la pinta de novato excéntrico de Slim y ese cadáver andante que es Munly sumados a las guitarras con vírgenes, las referencias religiosas y ese lumpen redneck propio de caravanas de freakies constituyen gran parte de su encanto. Así como el excitado misticismo que otorgan a sus interpretaciones. Basta recordar su anterior presencia en la sala de la Plaça Reial, con el personal enfebrecido y ellos arrojándose en sus brazos, o su paso por La 2 de Apolo, donde les faltaron metros de escenario para llevar a cabo las enloquecidas coreografías line dance y el esquizofrénico efecto llamada respuesta de sus dos voces, para certificar que esta no fue su mejor noche. Se comportaron de manera muy profesional, de eso no cabe duda alguna, pero carentes de la tensión y los picos de euforia a los que nos tenían acostumbrados. El concierto aconteció lineal, solo roto por puntuales momentos de euforia gracias a sus temas más reconocidos, «This Is How We Do Things In The Country», «Jesus Christ», «Hallelujah Anyway», «Magalina Hapalina Boom Boom», pero no acabó nunca de tomar impulso y alcanzar el punto de demencia y enajenación de otras ocasiones. Quizás el catarro que acarreaba Slim y un desagradable incidente en Francia fueron la razón de la falta de punch. Todo lo contrario que los locales Booty Hunters, que ajenos al escaso tiempo del que disponían derrocharon litros de sudor y testosterona, dieron sensación de peligro, cualquier cosa puede suceder cuando se juntan los hermanos Bañon y Xavi Ollé en escena, y sonaron salvajes e intensos.
Manel Celeiro
Foto: Gary Isaacs
Lástima. Su primera visita fue tremenda. A mi en disco me gustan también mucho, aunque hasta que no les ves no cierras el círculo!