El guitarrista californiano es un referente ineludible en la música de raíces norteamericana. Blues, rock, country, folk, soul y góspel han pasado en algún momento de su carrera por sus seis cuerdas. Además de su amor por los corridos y el tex mex. Esa pasión por los sonidos de la frontera tuvo su punto álgido en el magnífico Chicken Skin Music (Reprise, 1976), uno de los trabajos que más y mejor han reflejado ese punto de encuentro entre el rock, la música vaquera y el influjo mágico de los guitarrones y el bajo sexto. Registrado en el 2011 durante dos apariciones en el Great American Music Hall de San Francisco, el mismo lugar donde grabó su anterior disco en directo hace la friolera de treinta y cinco años (Show Time, 1977), y respaldado por algunos de sus usuales cómplices, Flaco Jiménez, Terry Evans, Robert Francis, su vástago Joachim Cooder, y el espectacular acompañamiento de la decena de componentes de la brass band mejicana La Banda Juvenil, Ry imparte una clase maestra de entendimiento entre el fondo musical estadounidense y el legado folklórico del norte de México. A bailar con disparos ritmo y blues, «Crazy ‘Bout and Automobile», rocanrol, «Wooly Bully», algunas de sus más celebradas lecturas, «Boomer’s Story», o la exuberancia ranchera que exhiben «Volver Volver» y «El Corrido de Jesse James» interpretadas por un grupo de músicos soberbios. Que dejan a un servidor clavado en el sofá tras escuchar el peso emocional que fluye de las extensas interpretaciones de dos te-ma-zos como «The Dark End of the Street» y «Goodnight Irene». Como suele decir el compañero Edu Izquierdo, ¡discarral!.
MANEL CELEIRO