Veinte años después de la publicación de 11.11 (también llamado Eleven Eleven), Come han re-editado su transcendente álbum debut y se han reunido para ofrecer algunos conciertos (nuestro más cercano el que ofrecieron para cerrar el Primavera Sound el mes pasado). El disco causó, en su estreno el 1992, un torbellino de críticas y comentarios muy extremos. Basándose en el pasado drogadicto de su guitarrista Thalia Zedek y la bajunez de los ritmos y las letras, la prensa (especialmente la europea) abrazó Come cual descenso a los infiernos. Hoy día sus miembros no pueden ocultar risillas cuando se barajan conceptos como “rock heroinómano” o “música para gente deprimida”. “No deja de ser música muy orgánica”, comenta el guitarrista Chris Brokaw, “considerablemente intensa, dramática; y puede notarse su brusquedad e intuición, pero eso es todo”. Arthur Johnson, batería, refina: “Las emociones se canalizan a través de las canciones y la interpretación, está claro, pero tampoco es que fuéramos gente torturada que vivía al filo de la navaja. La prensa británica, por supuesto, suele alumbrar los ángulos más morbosos, un estilo bastante sensacionalista”. “Hay gente que consideraría Leonard Cohen muy deprimente”, compara Brokaw, “aunque yo encuentro muchas de sus canciones reconfortantes, edificantes e incluso divertidas. Considero que se le malinterpreta hasta cierto punto.” Similarmente, Come fueron vitoreados como la reencarnación del blues. “Nos solíamos topar con ese tipo de clasificaciones absurdas”, recuerda Zedek, “aunque nosotros en ningún momento pensamos en esa etiqueta”. Sacar un single llamado Fast Piss Blues (cuya cara B era una versión de los Rolling Stones, I Got The Blues) sólo ahondó esa generalización. “Había un par de componentes blueseros en nuestro repertorio”, explica Brokaw, “básicamente una harmónica en Last Mistake y una slide guitar en otro tema. Pero, ¿acaso si hubiéramos utilizado un banjo nos habrían tildado de country? Por supuesto, todo acaba siendo muy reduccionista.” Ciertamente, Come están bien lejos de otras formaciones que en los noventa eran el último grito en el blues rock alternativo, como los Jon Spencer Blues Explosion.
La mina de comentarios que es Internet nos sorprende con interesantes perspectivas sobre el 11.11: “el sonido de dos guitarras fornicando violentamente”, dicen en una review. Brokaw parece divertido ante la imagen: “la verdad es que hay algo de sexy en ello.” Cómo se complementan y confunden las guitarras en el álbum (un rollo bastante Stones, a decir verdad) es un misterio que sólo él y Zedek pueden comprender. “La compenetración que encontramos es muy especial,” asegura la guitarrista, “y en directo tocamos las canciones de forma muy precisa, sin interés en la improvisación”. Brokaw intenta explicar el aura del disco: “El álbum es básicamente la banda tocando en una habitación, en directo, aunque suena como algo más, hay algo más en el sonido que no sabría explicar”. Y como demuestran en concierto, no hay mucho margen para la diversificación: cada una de las notas de guitarra de temazos como “Submerge” u “Off to One Side” suenan igual que en el disco.
¿Cuál es la razón tras el renovado interés en Come? “Todo empezó con la discográfica alemana Glitterhouse, quienes querían reeeditar 11.11, fuera de circulación en Europa desde hace muchísimo tiempo”, resume Brokaw. “Nos preguntaron si nos gustaría añadir material inédito y empaquetarlo de nuevo”. Johnson añade: “Además cada año organizan un festival en el patio trasero de su cuartel, en Beverungen, algo muy casero, y nos invitaron a tocar.” Reinhard Holstein, dirigente de Glitterhouse, decidió complementar el disco con un directo grabado en el festival Vermontress, en octubre del ’92. “Es uno de los primeros conciertos que dimos, el 11.11 ni tan sólo se había editado”, recuerda Zedek. “Es un recital importante para ellos, porque fue la primera vez que nos vieron y tienen un recuerdo especial.“ El Vermontress estaba esponsorizado por Sub Pop, cuya rama de distribución europea eran Glitterhouse”, añade Brokaw. La mítica discográfica de Seatlle editó el primer siete pulgadas de Come, compuesto por Car y Last Mistake.
El bolo en Vermontress es el primer registro en directo oficialmente editado de Come. “Somos una banda de escaso material inédito”, dice Zedek, “exceptuando un par de cosillas, como una versión de la mítica banda californiana X que hicimos para un disco tributo que nunca tiró adelante”. “Hicimos un par de sesiones con John Peel que no llegaron a editarse”, añade Johnson. El proceso de composición y edición del 11.11 fue muy exacto. “No nos sacamos veinte canciones para después escoger la mitad”, comenta Brokaw, “no había nada sobrante, todo lo que compusimos está en el disco.” El mismo procedimiento siguieron con el álbum subsiguiente, Don’t Ask Don’t Tell. Esta escasez de material les supuso, al principio, problemas a la hora de girar. “Acabamos hartísimos de tocar lo mismo noche tras noche”, rememora Zedek. “En los EEUU quizás te dejen escapar con un set de 45 minutos pero en Europa la gente nos pedía más, y no teníamos nada. Dicho esto, ahora me sorprende la cantidad de cosas que llegamos a grabar [con la formación original], más de veinte canciones. Tendríamos incluso material para dos conciertos distintos.” Así, en directo recuperan mayormente las canciones del 11.11, como “Brand New Vein”, aunque también rescatan temas del segundo disco, como la magnífica “German Song”, e incluso material más rebuscado, como “SVK” o “Cimarron” – la última canción que grabaron.
En 1995, Johnson y Sean O’Brien, el bajista, decidieron súbitamente abandonar la banda. “Tanto girar y tocar, necesitaba hacer algo distinto”, explica el segundo. “Cumplí los treinta años y por alguna razón eso me asustó muchísimo”. Johnson se muestra similarmente difuso. “Es complicado articularlo, no estaba llevando bien el estrés y no me sentía del todo contento.” La revelación fue un shock para los guitarristas. “Nos quedamos a cuadros, especialmente considerando que ya estábamos planeando un nuevo álbum”, dice Zedek. “Nos sentíamos impetuosos, en la cresta de la ola”, afirma Brokaw, “y aunque nos entristeciera su partida, teníamos ganas de seguir tocando”. Se les pasó por la cabeza convocar unos colaboradores de ensueño: Tara Jane O’Neill y Kevin Coutlas (ambos de Rodan), Mac McNeilly (de The Jesus Lizard) y Bundy K. Brown (de Tortoise). “Y sorprendentemente, ¡todos dijeron que sí! Jubilamos varios de los temas que habíamos compuesto con Sean y Arthur, ya que nos parecía raro tocarlos sin ellos, pero mantuvimos el nombre de la banda porque no pensábamos cambiar radicalmente nuestro sonido o estilo.”
Come provienen de una época en la cual la música alternativa norteamericana estaba repartida por escenas, ciudades referencia, puntos neurálgicos, como Olympia o Chapel Hill. “Los movimientos localizados nunca han dejado de existir, desaparecen y aparecen, mutan”, comenta Brokaw. “Hace dos años me instalé en Seattle, y si bien el rollo grunge se ha relegado a congregaciones de vejestorios, hay muchísimo revuelo con una nueva hornada de artistas hip hop. Yo, por mi parte, con casi cincuenta años, dudo que tenga cabida en ningún movimiento.” No olvidemos que Brokaw, a estas alturas, ha colaborado con gente repartida por todo el mundo. “Pero por ejemplo, mi hermana pequeña siente nostalgia por la escena de Nueva York de mitad de los 2000s. Son cosas efímeras. En los últimos años se ha hablado mucho [vía documentales y libros] del mítico movimiento de Nueva York, la No Wave: realmente fue algo muy específico, de una duración de apenas año y medio [1981-82]. Impulsos así se suceden por todo el mundo, en todo momento, sin duda.” “Las escenas deben seguir”, asiente Zedek, “es necesaria una dinámica comunitaria, un público, unas salas, discográficas y técnicos.” “La gente se sigue desplazándose para formar parte de esos movimientos”, comenta O’Brien, “un caso clarísimo es el de Williamsburg en Brooklyn. Los grupos requieren apoyo y compenetración con otros músicos.” Él y Johnson provienen de la famosa escena ochentena de Athens, Georgia – de donde surgieron los B-52s y R.E.M (más tarde se transformaría en la cuna de una de las más respetadas discográficas indies, Elephant Six). Aparecen tocando en sus primeras bandas, los Kilkenny Cats y los BBQ Killers, respectivamente, en el mítico documental Athens Inside/Out, codeándose con Pylon o los Flat Duo Jets.
Para ellos supuso un paso adelante formar Come. “En mi primera banda éramos todos amigos”, recuerda O’Brien, “aunque entrar en Come fue una bocanada de aire fresco. Me podía identificar mejor musicalmente.” Para Johnson también fue una evolución: “Los BBQ Killers era una formación bastante punk, aunque teníamos las estructuras de las canciones muy bien definidas, todo era preciso. Con Come, aunque también es música muy concreta, sentía cierta apertura, más espacio. Era una experiencia muy distinta. Con los Killers apenas había girado, no teníamos una discográfica fuerte detrás, así que fue un cambio radical: sentirme como si estuviera en una banda de verdad.” Zedek también provenía de otras bandas. Fundó el breve y oscuro conjunto Uzi y formó parte de los últimos años del seminal grupo de noise rock Live Skull. “Hacía tiempo que buscaba un proyecto tipo Come, con gente con quien pudiera componer. Anteriormente nunca había sentido ese tipo de libertad, más allá de poder escribir algunas letras.” Brokaw acabaría abandonando su anterior banda, Codeine (los padres del slowcore), para concentrarse en Come.
“Visto con perspectiva, lo que nos definió fueron los ensayos. Quedábamos un par de veces a la semana al completo, y con Thalia dos ocasiones más.” Según el guitarrista, la compenetración excelente que lograron fue lo más diferencial. “Hicimos un disco con Steve Wynn [de The Dream Syndicate], Melting in the Dark, y me sorpendió la facilidad con que grabamos los temas. Nos los pasó y al dia siguiente ya los teníamos controlados perfectamente. Me chocó con qué rapidez nos podíamos complementar, incluso diría que fue una mala lección, me malacostumbré.” Las pistas para ese disco fueron, curiosamente, lo último que la formación original grabó conjuntamente. “La gente me interroga sobre el futuro, me preguntan si trabajaremos [como Come] en material nuevo algún dia”, comenta Brokaw, “pero es tan difícil imaginárselo considerando que todos vivimos en lugares distintos. Tocar constantemente durante meses era una parte esencial en nuestra composición y calidad. Y creo que eso se puede notar, se puede escuchar en los discos.”
O’Brien se ha dedicado al cine los últimos años, Johnson al mundo editorial, y no han tocado de forma constante. “La experiencia me ha sido más difícil que la primera vez que nos reunimos [en 2010, para el aniversario de Matador], no desde un punto de vista interpersonal sino más bien físico, aunque a medida que el tour ha avanzado nos hemos ido compactando. Para Chris y Thalia es una vivencia distinta, están acostumbrados a viajar por ahí. Ésta es nuestra primera gira por Europa desde los noventa.” El ambiente parece muy distendido y todos parecen alegrarse de la reformación. “No me siento como si hubiera caído dentro de un agujero temporal”, afirma Brokaw, “en plan ‘¿qué año es este?’ Pasé por un proceso similar con la reunión de Codeine el año pasado. La música de Come me resulta muy cómoda. Incluso diría que ha “envejecido” bien, pero ni siquiera creo que eso sea algo pertinente”. Los Come actuales son prácticamente los Come de finales de 1994. “Los conciertos son una pequeña parte de todo esto”, continúa Johnson. “Estamos encerrados en una furgoneta ocho horas al día, comemos juntos, nos tenemos que aguantar… Son viejas interacciones, pero en un contexto nuevo”.
Por supuesto, qué mejor para cerrar una entrevista con una banda reunificada como una pregunta sobre las reuniones de bandas. “Para mi ha sido genial cazar algunas bandas que nunca pude ver en su momento”, dice Johnson, “especialmente Mission of Burma y Scratch Acid. Fue un placer volver a ver a los Jesus Lizard, que no han perdido un ápice de energía. Pero es difícil desear una reunión”. Concuerdan en que habría sido interesante una reformación de Rodan (de quienes se acaba de editar una recopilación, Fifteen Quiet Years), “aunque creo que nunca se habían planteado volver a tocar, ni tan sólo antes de la muerte de [su guitarrista] Jason Noble.” “Estaría bien volver a ver a Minor Threat o Fugazi encima del escenario”, comenta Zedek, “los segundos nunca se separaron oficialmente. Las nuevas generaciones lo apreciarían. O Big Black, por supuesto.” Brokaw se muestra más severo: “Es difícil pensar en bandas. Me hubiese molado cazar el concierto sorpresa de Pussy Galore hace un par de años en New Jersey. Y en parte me gustaría ver la formación original de Public Image Limited, aunque no sé si estarían a la altura. Tanto la banda actual [liderada por John Lydon] como algunos conciertos que he visto de Jah Wobble y Keith Levine tocando juntos dejan un poco de desear.” El pique se desata cuando Zedek lamenta haberse perdido el concierto reunión de Teenage Jesus and the Jerks y Brokaw confiesa haber estado ahí. Y por un momento los venerables músicos de Come se convierten en los más adorables nerds musicales.
Texto: Xavier Gaillard
Foto: Ismael Llopis