Es tal la cantidad de música a la que tenemos acceso en la actualidad que convierte en habitual que discos como el que nos ocupa pasen desapercibidos entre un montón de novedades. Pero The Coloradas tienen algo, que ya avanzo que no acierto a saber describir, que los convierte en diferentes respecto al resto de música americana de raíces.
Quizá es que sus canciones tienen el alma de los trabajos de Gillian Welch y Dave Rawlings o de Asleep At The Wheel, que alguna incluso parezca un outtake del Train a Comin de Steve Earle o del A Brand New Day de Todd Snider, o que la voz de su líder Roy Davis recuerde a los mejores momentos de Ryan Adams con el fraseo de Jeff Tweedy, pero algo tienen canciones como «Crooked Youth», «Misery», «Eight Ball Blues» o «Red Dress» para quedarse clavadas durante mucho tiempo en tu cabeza. Y es que cuando las tabernas cierran y la banda residente ha dejado el local, cuando los amplificadores se han desenchufado y apenas quedan cuatro borrachos apoyados en la barra en busca de la última copa, es cuando The Coloradas, probablemente suben al escenario, cogen esos instrumentos desenchufados que ya lo han dado toda esa noche y extraen algo más. Sólo un poquito más, pero suficiente para robarnos nuestro alma rootsy.
Eduardo Izquierdo