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The Tallest Man On Earth

Cuando en 1962 los primeros críticos afortunados escucharon a Bob Dylan cantar la versión de «You’re No Good» que abría su primer disco de nombre homónimo se inició casi de manera automática la búsqueda de una nueva voz que sustituyera a alguien que apenas empezaba su carrera. A partir de ese momento, la losa de la etiqueta “nuevo Dylan” ha caído sobre muchos a lo largo de la historia. Algunos, como Phil Ochs, sucumbieron a ella, mientas otros, como Bruce Springsteen, lograron “despegarla” de las críticas de sus discos para iniciar un camino propio. Actualmente, el honor de dicho lastre recae en The Tallest Man On Earth o, lo que es lo mismo, el sueco Kristian Matsson que el 4 de octubre en Madrid, el 5 en Barcelona y el 6 en Donosti estará presentando su tercer disco, There’s No Leaving Now.

 

 

 

Aunque Mattsson parece vivir cómodo con ese hecho. Ni siquiera una comparación con alguien tan grande como Dylan le hace perder el sueño. Incluso su mujer, la songwriter Amanda Bergman, actúa bajo el pseudónimo Idiot Wind. Porque él sabe cuál es el lugar de cada uno y no pretende jugar en ligas que no son la suya. Por eso, de manera cómoda y firme, mueve sus canciones entre un pop de autor y un folk arisco que bailan entre las notas que salen de su guitarra acústica o de su banjo, instrumento en el que es un auténtico especialista. Y por eso también no duda en esconder su voz nasal ante el acecho de una nueva comparación con el de Duluth. Es su forma de cantar y ahí está.

Y su mayor baza es There’s No Leaving Now, un disco donde, en contra de lo apuntado en sus anteriores entregas, Mattsson se encuentra menos agresivo, menos rudo y más pausado. Sigue siendo un trovador excelente. Un contador de historias sublime y un constructor de melodías fantástico, pero ha dejado para los últimos asaltos el knockout. Si en Shallow Grave y The Wild Hunt era un púgil de pegada directa, ahora se torna un fajador. Casi dejando que sea el oyente el que pregunte y sus canciones se tornen en respuestas a los miedos y los anhelos de cada uno. No ha perdido ni un ápice de pasión pero la ha canalizado de manera diferente. Dominando el fingerpicking y rascando su guitarra algo menos que en el pasado, ha conformado un conjunto de canciones nostálgicas sobre las que se eleva la grandeza de ese single enorme que es «1904». Su interpretación en los conciertos de esta mini gira por la península promete ser uno de los momentos del año.

 

Eduardo Izquierdo

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