Nacido en Indiana pero afincado en Memphis, este barbudo que bien podría pasar por ser el cuarto miembro de los ZZ Top es también uno de esos cientos de artistas olvidados que pasan desapercibidos para el gran público. Su carrera se escribe con letras de latón y el que haya sido comparado permanentemente con Woody Guthrie, Steve Earle o Bob Dylan le ha servido para bien poco. Ni siquiera que gente más reconocida como Bruce Springsteen o Billy Bragg se hayan declarado fans de música ha hecho algo por su reconocimiento. Gibbs sigue haciendo discos, los sigue vendiendo a duras penas y pocos somos los que los seguimos comprando. Su anterior trabajo, Joe Hill’s Ashes es una maravilla, y su nuevo disco Harder Than Hammered Hell no le anda a la zaga.
Gibbs es un letrista brillante. Excelso. Un auténtico genio de la palabra que domina la métrica y la dicción como pocos. En su ya sexto disco vuelve a dar una muestra de ello. Temas políticos, canciones cotidianas, cercanas. La inicial «Never Enough» ya muestra lo que nos vamos a encontrar. Tras la espléndida voz rota de Otis aparece un medio tiempo espléndido con un estribillo cargado de autenticidad y sinceridad: “a veces me dan todo lo que tengo, a veces me dan un poco más, pero nunca es suficiente…”. La comparación con Steve Earle se evidencia más que nunca en «Made To Break», mientras que en «Broke And Restless» se nos aparece también un excelente baladista en la línea de los mejores “sad songwriters”. «Don’t Worry Kid» es una canción casi perfecta, con ese coro femenino y esa contemporaneidad aplastante. “No te preocupes hijo, no hay nada malo en ti, no puedes trabajar, todo estamos llenos de dudas”. En cambio «Big Whiskers» es la canción desenfadada del lote. Divertida y en la línea musical del «A Boy Named Sue» de Johnny Cash pone el equilibrio perfecto al disco antes de afrontar su dura recta final. En «Christ Number Three» volvemos a la cruda realidad. El mundo no es perfecto, darling, y Otis está aquí para decírtelo. Estamos en «The Land Of Maybe». Vivimos en una duda constante. Entre dos aguas. No sabemos dónde estamos ni hacia dónde vamos. Es duro, pero es así. «Detroit Steel» es una densa canción de carretera con mensaje político escondido. La voz de Otis sigue rugiendo y la pastosa guitarra de Thomm Jutz nos hace engancharnos al tema. «Dear Misery» se inicia como si se tratara de una versión del «Born On The Bayou» de la Creedence Clearwater Revival, pero ese arpegio, que volverá, se convierte rápidamente otro tema hiriente. Querida miseria, aquí me tienes. «Second Best» es un intento de que el disco no nos acabe de hundir antes de que «Blues For Mackendie» monte una historia fascinante sobre los acordes mezclados de «Desolation Row» y «A Hard Rain’s A Gonna Fall», ambas de Bob Dylan, acabando con un simple tarareo. Nada es tan importante. Vive. Se consciente del lugar en el que estás y de lo que pasa a tu alrededor. Pero vive, brother. Vive.
Eduardo Izquierdo