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Los Salvajes, Siguen Llamando La Atención

La banda de Gaby Alegret cumple medio siglo de vida, y lo celebra sobre un escenario. La fecha, el sábado 17 de marzo, el lugar el Music Hall barcelonés. Junto a ellos, dos fantásticas bandas jovenes, Canary Sect y Los Retrovisores. Cartel de lujo para una noche que promete ser una fiesta, con Alex Cooper y Miki Puig como invitados especiales. Recuperamos, para la ocasión, el artículo que Ruta 66 les dedicó…

 

 

 

No cesa el interés por las andanzas de uno de los grupos claves de la historia del rock estatal. Acto de justicia histórica, naturalmente. Pero no es esta una de las características del consumidor de rock patrio, acostumbrado a pagar religiosamente por formaciones extranjeras diezmadas o en avanzado estado de decrepitud  e inmediatamente presto a obviar el valor musical —no sólo sociológico— de los pioneros del rock en castellano. Y entre estos últimos destacan con luz propia, naturalmente, Los Salvajes. Importante el artículo —cuando fueron Salvajes, a secas, su prestigio cayó en picado y sus horrorosos discos intentando conectar con las hordas jevis que todo lo copaban en los funestos ochenta estuvieron cerca de expedir su definitivo certificado de defunción— e importa una más que interesante colección de canciones y vivencias, asignatura vital que no merece ser olvidada. A ritmo más calmado pero sin abandonar la lucha, siguen adelante propulsados por las inyecciones de vitaminas que les han inoculado en el trasero desde dos sellos vascos.

El primero, Munster, los reactivó en el mercado del coleccionismo y en el de los estudiosos de los dorados sesenta gracias a un boxset analizado en bloque adjunto. El segundo, GP Records, apuesta fuerte por ellos: tras adquirir los derechos de sus temas propios editados en formato single o EP en el periodo 1965/1968 a EMI, ha procedido a remasterizarlos y empaquetarlos con tema nuevo, «Más de Treinta», ejerciendo de declaración de principios. Solo Salvajes rescata temas tan emblemáticos como «Soy Así», «Es la Edad»  o «I Need Your Loving», y tan descacharrantes y olvidados como las psicotrónicas «Mi Bigote», «Las Ovejitas» o «Los Platillos Volantes», primerizas muestras de rock triposo con unas letras increíbles que parecen escritas yendo de ácido, aunque Gaby confiese en su autobiografía Los Salvajes y Yo (Lenoir Ediciones) que “los Savajes, de drogas de laboratorio, cero. Aspirinas, cubalibres y nada más. ¿Se trataba de hacer música extraña, rara, diferente? Ah, entonces sí; en eso éramos los amos. Si de eso se trataba, éramos más psicodélicos que nadie”.

José Luis, capo de GP, se decidió  porque “hace años tenía en la cabeza el ponerme en contacto con Los Salvajes. Para mí es todo un desafío trabajar con y para la banda que había sido y sigue siendo el principal referente del rock en este país. Después de su gran éxito en el Ebro Visión Festival de Miranda de Ebro, llamé a Rami, amigo mío y organizador del festival, y le pregunté por  cómo había ido el festival, su respuesta fue que la gran revelación habían sido ellos, a lo que le contesté que les había visto hace algunos años en el Purple Weekend de León y que me parecía que se mantenían muy bien. Me dijo que la banda ahora estaba todavía mejor. Sin dudarlo llamé a Gaby para expresarle mis deseos de trabajar por la banda. Le propuse montar un concierto aquí en Donosti para ver a la banda y ahí comenzó todo”.

De ahí al nuevo disco y a su regreso a los escenarios, un paso. No ha sido fácil (“no le hemos puesto ni quitado nada que no tuviese en sus orígenes y hemos conseguido que suene perfecto, teniendo en cuenta  que no disponíamos de los masters originales, parece ser que en el traslado de la fábrica de Barcelona a Madrid se perdieron todos los master de audio y las artes graficas”), pero están dispuestos a mostrar que la experiencia es un grado y que repertorios como el suyo no abundan.

Muy lejos quedan las aventuras de cinco muchachos barceloneses que decidieron lanzarse al desafío de triunfar en Alemania en pleno 1964, con un disco editado en España y convencidos de que sus fans locales no podían estar equivocados (o equivocadas, que los muy golfos arrasaban entre las féminas) hasta que la realidad les golpeó en el rostro: fichados en la Costa Brava por un alemán aficionado al bebercio, menores de edad y viajando en autobús  de línea con todo su equipo, arriban al Star Palast para, en palabras de Gaby, “flipar con el nivel de las bandas que actuaban en el club. Nosotros pensábamos que sabíamos tocar, pero cuando les vimos a ellos nos dimos cuenta de la diferencia. El dueño del club, tras escucharnos un rato, decidió devolvernos a España de forma inmediata. Imagínate el palo, habíamos salido de nuestras casas con permisos firmados por nuestros padres a regañadientes y era un fracaso. Alguno de mis compañeros llegó a ponerse a llorar… Finalmente, el hombre nos dio una nueva oportunidad. Nos facilitaba actuaciones en otros clubs de la cadena Star para curtirnos y cambiar de estilo. En un mes debíamos regresar a su sala y demostrar nuestros progresos para conservar el contrato que habíamos firmado. ¡Y vaya si aprendimos! Se acabaron las canciones italianas y los uniformes. Nos convertimos en una auténtica banda de rock’n’roll”.

No, no debía ser fácil para unos mocosos, que en algún caso no superaba los dieciséis años, resistir comparaciones con grupos como Gerry & The Pacemakers o Searchers (de quienes versionearían «Goodbye My Love»). Pero la escena rock en esos tiempos no estaba pensada para pusilánimes ni pobres de espíritu: acabaron logrando hacerse un hueco en la efervescente Alemania, y solo la insistencia familiar… y la perspectiva de un fichaje discográfico en condiciones les convenció de la idoneidad de regresar a su país. No les pudo ir mejor: de tocar en pequeños clubs europeos y en antros de mala muerte (“una vez actuamos en un local italiano. Entre pase y pase, mientras estábamos en la puerta tomando el aire, uno de los mafiosos habituales se cargó a un tipo a puñaladas delante nuestro. Nos demostró con un gesto qué pasaría si le contábamos a la policía qué habíamos visto. Naturalmente, no habíamos visto nada”). Ya de nuevo en Barcelona, y bajo el sello EMI, empezó la avalancha de temas ajenos traducidos al castellano con tirón hacia el sonido Stone («Satisfacción», «La Neurastenia» o «Todo Negro») con puntos álgidos de su carrera como «Corre Corre» (el «Keep On Running» de Spencer Davis Group), «Wooly Bully» de Sam The Sham And The Pharaohs o el «These Boots Are Made for Walking» de Nancy Sinatra. E infiltrados entre tanta canción prestada, unas composiciones personales cada vez más inspiradas.

La historia llegó hasta finales de los años sesenta. Tras la aventura El Clan Gatos Salvajes, que les unía en escena con sus amigos de Los Gatos Negros en un doble cartel con final multitudinario, la publicación de un primer elepé titulado Lo Mejor de Los Salvajes (EMI, 1967) y un evidente deterioro en sus relaciones personales (“pasamos de ser como hermanos que se cuidaban los unos a los otros a prácticamente no hablarnos. La situación era insostenible, y tampoco coincidíamos en nuestra forma de entender el grupo”), Gaby deja la banda a lo salvaje, en pleno escenario. Atónitos, sus hasta entonces compañeros escucharon su despedida por los monitores (“ellos no se lo podían creer, pero era insostenible. El sencillo «Massachussets» lo grabé solo, con la orquesta de EMI. No se presentó ninguno de los demás Salvajes”). Fin del viaje. Hola a un intento de vida convencional que no acabó cuajando: no es fácil convertirse en agente comercial cuando las fans han intentado arrancarte hasta el último pelo del famoso bigote, ni siquiera ingresando en un monasterio Trapense del que acaba saliendo con las ideas más claras.

Intentos como promotor musical —suya era la barcelonesa sala Rimmel— se empezaron a compatibilizar con un regreso a las tablas motivado por la insistencia del presentador y director televisivo Ángel Casas en la que estaba clara una premisa: Los Salvajes eran Gaby. La formación que actuó en el programa Musical Express estaba formada por nuevos músicos como el guitarrista Santi Picó, y su estado de forma era sensacional. Gaby pasó a dirigir de forma decidida la vida del conjunto (“yo soy Los Salvajes, es cierto”), superando la mencionada etapa metálica que pudo perjudicar seriamente su reputación a base de cinturones de balas, pantalones elásticos y gorras de cuero, hasta llegar al reconocimiento de los cabecillas del movimiento mod, la corriente musical que más y mejor les ha comprendido.

Su paso por el Purple en 1999, compartiendo escenario con Alex Díez  de Los Flechazos y cartel con Doctor Explosion (“no veas cómo se saben nuestros temas, y captan nuestro sonido en su versión de «Soy Así»”) y sus antiguos amigos The End les permitió saborear un reconocimiento quizás tardío pero merecido que casi le cuesta un disgusto. La formación que acudió a León era prácticamente la original, la que aparece en los créditos del álbum Hace 35 Años Que Soy Así (Picap, 1999),  disco que no grabaron (“aparecen en las fotos pero no participaron en la grabación, los auténticos músicos están acreditados pero no se les ve. El disco fue un error, regrabamos los viejos temas con nuevo sonido, y eso no es lo que buscan nuestros seguidores. Ellos quieren esas canciones tal como se grabaron pero con buen sonido”). El entusiasmo de unos jóvenes mods que reverenciaban —de modo literal— a la banda le provocó una crisis cardíaca a Francesc, que acabó en el hospital.

 

Desde entonces la marca salvaje se ha mantenido con esporádicas actuaciones y la indiferencia de una industria que prácticamente les ignora. Nada insalvable para alguien que casi siempre ha remado a contracorriente, ahora  respaldado por curtidos profesionales como Albert Ponsa (bajo), Peter Dijsterhuis (teclados), Francis Rabassa (batería) o el excelente guitarrista Quique Tudela (que declara que era cuestión de tiempo que volvieran a tocar juntos, ya que “desde Calella y el Clan Gatos Salvajes, Gaby y yo sabíamos que teníamos que acabar tocando juntos”), hombre de larga y brillante trayectoria que incluye producciones para los primeros Burning, direcciones musicales y un impetuoso sonido a las seis cuerdas.

El pasado es el pasado  y el futuro está por ver, naturalmente, pero la necesidad de obtener el puzzle con todas las piezas es imprescindible para obtener una visión suficientemente amplia de un tiempo en que ejercer de roquero no era tan sencillo.  Esperemos que la historia continúe y los proyectos de los que se habla (nuevos discos de material de época) mantengan encendida la llama.

PATILLAS LARGAS, ESTRECHO PANTALÓN

Golosa referencia, la editada por Munster Records hace unos meses. Bajo licencia de la omnipresente EMI, el cofre reúne en su interior ocho EPs de obligada escucha. Cotizados los originales a precios de escándalo, en estado ruinoso los pocos ejemplares que circulan por el ciberespacio y las tiendas de coleccionismo, la adquisición de la caja permite calibrar las virtudes de la banda en sus inicios, en el periodo comprendido entre 1964 y 1969. Se recogen las referencias puestas en circulación por Marbella (su primer disco, con «Hoy Comienza Mi Vida» como tema principal, e incluyendo versión de «Boys» que se acreditó erróneamente a Lennon–McCartney) y por el subsello Regal (los siete EPs restantes), en unas réplicas que mantienen en portadas y contraportadas redondeles de la etiqueta, firmas de los propietarios de los vinilos originales y pegatinas de las tiendas que los despachaban en su momento de lanzamiento. Golosina con sonido sin mejorar y que no contó con la participación de ninguno de sus creadores (Gaby confiesa que se enteró de su existencia cuando ya había salido a la venta), pero que se ha despachado como churros y acercado  la banda a un numeroso contingente de nuevos oyentes. Recomendable mientras se procede a su audición chequear los discos que se publicaban  y anuncian en ese momento e intentar adivinar quién compuso las canciones originales que interpretan: ¿es «El Bote Que Remo» una nueva lectura del «The Boat That I Row» de Neil Diamond? Y «No Me Digas Adiós», ¿es el «You Can’t Say Goodbye» de Trini Lopez?

 

ALFRED CRESPO

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